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« Previous Page Table of Contents Next Page »)los al Presidente y Jefe de la Guardia, ami· e de Gustavo Abaúnza y Samuel Santos, Je– rosdel Estado Mayor y de Operaciones de la e, ma Guardia, de Paco Mendieta y Joaquín ¡r:ilSI
de Carlos Tellería y Carlos Zelaya, de
~ o López Roiz, de Parajón, de don Leonar–
~Iegetc, en todos los rincones del país, augu– :ban que la Guardi,;, no p"día, co~tinuar co– r °
había estado, tenIa que mmlsculrse en po– ühca convertirse en Liberal. Como fué es–
1 uci~rada por los "yankis" nO convenía a Sa– r sa a nadie, particularmente al sacasismo en
~i p~der. Sandino, como buen liberal, tenía inclusO sobrados derechos para ingresar a ella, para ser tomado en cuenta con todos sus hombres,
Con tales decires, la Guardia continuaba
SU vida divisando un horizonte patrio muy
oscuro.
Una explicación lnuy mteresante, que es
necesBr~o hacer e~ 1~ sig~en±e: ~?rnozat €!l–
Ire ofiCIales academICos tildó de Ineptos fIr– mones" a los llegados de la vida civil, y entre éslos de "sabios oficialiios" a los académicos,
porq~e en el Cuadro Esquemático de Mando de la Guardia Nacional, era obligatorio dia– riamente, al amanecer" remitir al Jefe-Direc– lar de acuerdo con los Reglamentos, para
un~ mayor seguridad en su operancia y mejor conocimiento de sus efectos, una serie de In– formes, que redactaban los académicos y sólo finnaban los civiles. Esos informes eran, de operaciones militares, de operaciones policia– ca's, de novedades de la mañana, de Inteligen–
cia en sus relaciones con lae autoridades civi–
les' y con el público, de las actividades polí– Iicas del país y sus comunicaciones. de fuer– za
disponible, de armas y pertrechos, de ra–
ciones, ~tc. También existían informes sema–
~alefl, qüi~ce.l1aleg y mensuales que, con los
diarios, e!'l manos de los diferentes Jefes que componían er Estado Mayor de la Guardia, servían de guía para dictar todas aquellas dis– posiciones necesarios para la buena marcha del país, sin dañar intereses ciudadanos. En aquellos inforlnes, Managua tenía a la vista el panorama, completo de todas las activida– des del país, la reacción de sus habitantes por talo cu?>l acción, el indice positivo disciplina– rio del persoriEil de la Guardia, y, lo que es más, el poder del Jefe Direcfor d~scentra1iza
do, por decirlo así, diluído entre.los miembros de su Estadó Mayor, responsable cada' uno de ellos <;l.e sus órdenes y acciones, indistintas o coordinadas;
Gracias a Boletines especiales, diariamen– le expedidos, semanales y mensuales, el Cuar· tel General estaba obligado a hacer del cono– cimiento de todos los miembros de la Guardia, lo que había sucedido, en el último rincón del
País.
Con las novísimas y sabias disposiciones emitidas por la Jefatura-Dirección nicaragüen–
s~ desde el inicio de su funcionamiento, rela· hV'as a normas de Cortesía Militar, los Jefes in– tegrantes del Estado Mayor quedaron reduci·
dos a Cero. Y éstos, naturalmente, por care– cer de trabajo en cosas que desconocían, sen–
±ábanse en sus escritorios a aburrirse de lo lin–
do, para luego, todos formar tertulia con el Jefe, quien sólo que le pregunlasen daba no–
ficias de cierias novedades, convenientes a sus
propios mtereses.
En dos o ires ocasiones que, en asuntos de
servicio, dentro del primer semestre de 1933, tuve que visitar al Jefe del Estado Mayor, pu– de ver que éste personaje liberal, plácidamen–
fe leía los diarios capitalinos, cosa que su an–
lecesor, Coronel Sheard, nunca pudo hacer por falta de tiempo en atender sus múltiples ocu– paciones y porque, además, personal especia– lizado de la oficina de leyes se encargaba de ésa lectura y de marcar todo aquello de espe– cial mterés y atención para la Guardia Na– cional.
y así como el Despacho de la Jefatura del Estado Mayor, desierio a ratos, y en deter– minadas horas con afluencia de elemento fe– menino que complacido celebraba los chistes que allí se contaban, los otros Despachos de Jos Jefes integrantes del Estado Mayor, pare– cían bostezar de aburrimiento por tanta ina–
nición.
La oficina que realmente permanecía ocu– pada era la del Secretario del Jefe-Director, a cargo del entonces Capitán Francisco A. Men– dieta, quien con diligencia y celo dignos de encomio, se encargaba no sólo de la expedi– ción de las órdenes que se giraban a todos los puesío,s de Guardias del país, sino que, para aliviar a tales puestos de su trabajo, gestió~
naba, conseguía y percibía los din.eros nece– sarios para su maillenimiento y operación.
Otra oficina que conservó su ancestral se· riedad, pero no su importancia, fué la de Le–
yes, a secas, que de hecho, no tuvo relaciones
con nadie no porque su Jefe, Ingeniero Coro– Ile] José Andrés Urtecho, lsencillamente una señorial y magnifica personal lo haya desea–
do, sino porque, corno se dijo, asa reIna del
Estado Mayor había sido ahogada, anulada totalmente, por la centralización de poder en la Jefatura-Dirección. Y 10 que fué el peor delito, que el Coronel Urtecho y su segundo, Capitán Gustavo R. Lac!'!yo, pertenecían al Partido Conservador.
En tiempos de los norteamericanos en la Guardia, cualquier persona entraba a fratar sus. asuntos con miembros del Estado Mayor al Campo de Marte. Aquellas oficinas infun– dían respeto por su seriedad: el que llegaba, exponía su asunto, lo discutía, lo arreglaba' o dejaba pendiente, pero luego de hacer éso, en orden se retiraba, complacido o disgustado.
En cambio; con la llegada del General Somoza al Campo de Marte, su oficina se man– tuvo atestada de un público heterogénéo en el
que podían verse turcos, chinos, polacos, mexi–
canos y checoeslovacosi íodo porque ningún Jefe, miembro del Estado Mayor, de por sí"po– día resolver el más insignificante asunto, y
el Señor Jefe Director, sin poder tampocp da;
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