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para servicio en las Fuerzas Expedicionarias al mando del General .Juan Escamilla. Don Salvador Montenegro, una vez disueltas las fuerzas auxiliares de la Guardia, después del caso Sandino, volvió a la vida civil.
En la lucha que los políticos de profesión se dieron a la tarea de librar con ir a los mejo– reS y bien intencionados elementos de la Guar– dia, éstos no pudieron recibir el apoyo moral o material del grupo formado por Gaitán, Ma– tamoros, Navmrete y MarHnez El de los Gó– ¡nez F. Y Bello Rueda, ya se ha visto cómo
lo ofrecieron. Por esto, en aquel ±ien~po, el
recelo de los más, hacia los menos, con mayor iíampa de servicio, se profundizó. Los nuevos
oficiales académicos no pudü11.oS concebir que
quienes había coexjs±ido en un medio donde
el honOI, la call1.aradeI la y la decisión eran
tan apreciados, llegaral1 a ponerse al lado de
personas ajenas a la institución que, con sus calculados actos políticos, carcomían la vida,
presfigio y disciplina de la Guardia Nacional. Del grupo formado por los señores Gómez
y compañeros, deliberadamente hemos sus– traido el nombre del Subteniente Carlos A. Ba– rillas R., muy bien intencionado oficial de campaña, valiente y disciplinado que, en todo momento, por cariño a la Guardia, estuvo pronto a ocupar el puesto que le correspondie– ra, al lado de quienes siempre quisieron una mejor operancia, ceñida a sus reglam.entos, mirando siempre el bienestar de la República. Conviene establecer que, mientras por una parte la Guardia golpeaba con todas sus disponibilidades militares los reducías sandi– riúltas en los departamentos del Norte nica– ragüense, hasta donde humanamente era po– sible, hasta donde sus ocupaciones lo permi– Han, por otra defendía su integridad regla– mentaria, ya bastante resquebrajada, aten– diendo el orden interno de las ciudades, tan– lo como el de sus propias filas.
Pese a tales esfuerzos, con los que carga– ban mayormente los oficiales de la primera, con algunos de la segunda promoción, por for– mal compromiso con Honduras, suscrito en El Espino, en fecha entonces reciente, la Guardia del Norte también velaba porque las fuerzas revolucionarias del General José María Reina, Jefe de la Revolución que el Gobierno hondu– reño confrontaba, no pudieran rehacerse o for–
marse en suelo nicaragüense.
Como a fines de Diciembre de 1932, el Ge· neral Reina, por sorpresivas pero fallidas in– Cursiones militares al sur de su país, obligada– mente tuvo que atravesar la línea fronteriza Con Nicaragua, y, al ser capturado por la
~uardia Nacional en compañía de varios ofi– CIales de su Estado Mayor, fué remitido a Ma–
nagua, COInO prisionero.
En su empeño por vencer a la facción del
~obierno que, en su Patria detentaba el Po– er PÚblico, según lo expresó, en Managua, el general Reina y sus hombres, burlando la ¡,gilencia de las autoridades nicaragüenses, °gr6 huir hacia Honduras, donde apareció li-
brando la más sangrienta batalla de su revo– lución: la de la ciudad de San Marcos de Co– lón, defendida por poderoso ejército go–
biernista.
Por azares de la suerte, el General Reina no obtuvo el éxito buscado, a pesar de haber combatido, denodada y valienteulente, un día de Enero de 1933, al mando de 400 hombres, desde las cinco de la mañana hasta las cuatro de la tarde. Sus bajas, como las del Gobier–
no, fueron numerosas.
El General Reina, parece que desespera– do por la derrota sufrida en San Marcos, ha–
biéndose internado en tierra nicaragüense con
parie de sus fuerzas, en un intento por hacer–
se de algunas armas, se lanzó contra una de
las patrullas de la Guardia, que, escalonadas en sitios estratégicos de la frontera, habían si– do puestas allí para vigilar los movimientos de los revolucionarios hondureños. En la ac– ción descrita, de cierta duración, el General Reina, derrotado y herido levemente el día anterior por defensores de San Marcos, fué capturado nuevamente en el Vado San Anto– nio, jurisdicción de Somoto, junto a buen nú– mero de subalternos, quienes fueron ubicados en las cárceles de Ocotal y Somoto.
Una vez más, remitido a Managua, con dos de sus oficiales de Estado Mayor, en una avioneta de la Taca, -la única Empresa Aérea que hacía el servicio entre pueblos de Hon– duras y Nicaragua,- el General Reina y com–
pañeros, con cinco pasajeros más, incluso un
niño, enGontró la muerte en los campos de Es– telí al estallar en el aire el aparato en que via– jaba e incendiarse luego, cuando ya había to–
mado altura y enrumbaba su proa hacia la Capital de Nicaragua.
Con 1& muerte del General Reina, Hon– duras perdtó a un valiente militar, de mucho arraigo popular.
Al promediar Enero de 1933, aún sin estar con– firmado por el Presidente Sacasa su nombra– miento de Jefe-Director en propiedad, como efecto preciso del delatado caso del Tenien– te Sandino, el General Somoza G" realizó un viaje relámpago de inspección, -según dijo-, a la ciudad de Ocotal, cabecera del Departa– mento de Nueva Segovia, Cuartel General del Area del Norte, la más numéricamente dotada de tropas de combate, mejor armada y expe– rimentada.
Realmente, el objeto de aquella visita fué tratar en forma directa y personal, con quien a su parecer debía tratarse, el asunto bastan– te espinoso, de la Guardia que, de no aten– derse de inmediato ni con la atención debida, podía llegar a consfituir, más tarde O más tem– prano, motivo de preocupación para el Go– bierno, probl",ma fundamental de la ciudada–
nía nicaragüense.
El General Somoza, al abordar conmigo los puntos que por encargo de sus amigos y
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