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ue j}.lspeccionasen la obra de la desfrucción de la

¿"iudad e infonnasen del resultado

El incendio de la ciudad comenzó por las chozas jiza s que había en los barrios, continuando con las a:

paredes de adobes y techos d~, tejas y convergien– do hacia el ceniro de la pob1aclon El consumo de reares saqueados fue excesivo y produjo sus nafura–

l~S consecuencias en aquella gavilla de malhechores, las que en el furor de la embriaguez se enfregaron a la más desenfrenada orgía al resplandor rojizo del °ncendio, llevando su fiereza hasfa asesinar en las

~al1esl entre vociferaciones insu~~nfes a algunos ve– cinoS que estaban ocu1fos y qUlsleron sacar algo de sus abrasados hogares Y mientras el terror y el es-

anta embargaban los ánimos de los desgraciados

~\oradores que buscaban su salvación en la fuga, sa– lían de algunos hogares sin incendiarse aun, grifos desespelantes y lamentos de mujeres violadas en el inferior, que eran contestadas con obscenas risotadas por los que estaban afuera

En la plaza mayor se había congregado una mu– chedumbre de mujeres y niños que huían de las lla– mas De aquellas, lloraban unas silenciosarrtellfe, se

golpeaban con desesperación la cabeza, o se refor– ciBn con violencia las lTIanos, mientras ofras clama– ban lastimosamente a Dios pidiéndole a grifos que las amparara, o bien casi locas se desafaban en denues– ios y maldiciones confra los infames yanquis De pronfo, cuando las primeras llamas no habían apa– recido aun sobre el techo de la Parroquia, que daba frente a la muchedumbre, fue abierta de par en par la puerta mayor de la iglesia y aparecieron cuafro fi– libusferos llevando en andas sobre los hombros una imagen de Jesús Nazareno, de tatuaño natural que allí se veneraba y se la designaba con el notubre de "Jesús de las Jiménez" Detrás de la imagen y reves– tidos grotescamente con los ornamenfos sacerdotales iba una turba de beodos, en son de mojiganga, osten– iando con ridiculez casullas, albas, capas, estolas, bonetes y toda cuanta más indumentaria del culto ca– tólico fue encontrada en la sacristía, parodiando de aquel modo una procesión, que avanzó lentamente, cantando todos canciones indecentes, hasta entrar en una taberna que llamaban "Casa de Walker" quizás por guasa Allí llegó a su colmo la algazara, y au– mentaron las carcajadas y las chacotas grqseras al poner la imagen en el suelo para que presidiese la mesa, en cuyo derredor se colocaron, tomando asien_ io, a celebrar lo que llamaban "la última cena del Señor", la cual terminaron enre botellas, rompiendo sobre la cabeza de la imagen todas las que iban va– ciando.

En el entretanto se daba cumplimiento en otra parle de la ciudad, a las "órdenes secreias" que fue– ron comunicadas El los capitanes encargados de la ejecución del incendio. Véase cómo las ejecutaron

Antes de dar principio a la desfrucción de la par– ie central, cuando las llamas devoraban las humildes chozas de los barrios, se presentó el capitán Dolan

er.. una de aquellas casas de mejor apariencia y noii– ficó a la persona que la ocupaba, que era una señora decente, que tenía orden del general Walker para quemarle su casa, si no la redimía en el aeta dándole quinientos pesos en dinero efeciivo Deirás de él es– peraban órdenes los soldados filibusteros, empuñando largas varas, con trapos embreados envuelios en la punta, destinadas a servir de feas incendiarias des– pués de prendidos

. Cuéntase que la infeliz señora cayó de rodillas, llnplorándole compasión al capifán Dolan, y mani– festándole que no fenia quinientos pesos, ni medios para adquirirlos. Al mismo tiempo le preguntaba

COn ansiedad y deshecha en lágrimas por qué motivo lt',l, casHgaban de aquel modo sin tomar en considera~

Clon que su hijo había muerto peleando en Rivas confra los "ticos" y al lado de Walker El capitán le

ConieBió que él era un subalierno que cumplía órde-

neS superiores y que no sabía nada de 10 que se le

preguntaba "Sin embargo, agreg6: -aGué cantidad pudiera U darme para que le salvara su casa?". Y

como la señora le respondiese que cuanto ienía eran únicamente ciento ochenta pesos, que esfaba prontq a entregarlos, el capifán los recibió gustoso, aunque previniéndole que buscase veinie más para compleiar doscienios pesos, suma de la cual no podía rebajar ni un centavo Salió ella precipifadamente a conseguir~

los en el vecindario, y cuando minutos después re~

gres aba gozosa con el saldo que se le exigía para la salvación de su casa, ésta ardía por todos sus lados Dolan había dicho a sus hombl es, inmediatamente que se ausentó la señora: "Bien muchachos: tene~

'Inoa ya ciento ochen.ia pesos en manos, que son bas_ tanies pata esía casa Ahora, fuego con ellal" Y los trapos embreados fueron encendidos luego y aplica– dos al techo por diferentes puntos hasia que el incen– dio !OITtÓ cuerpo y se hizo general.

Aquel "diverfido engaiío" era el resuliado de las órdenes secretas, que continuaron cumpliéndose con éxiio en la parte cen±ral de Granada, arrancando con ellas buenas sumas, de las que se repartieron herma– nablelnenie los camaradas de Walker encargados de aplicar las teas

Una carfa de un rnilitar guatemalieco, que fue publicada en el periódico oficial, refiere que Walker había sacado, antes de irse de Granada, todas las co– sas de valor que enconlró en las casas, irasladándolas con las familias alT\(:!ricanas y los heridos a la isla de Orneiepe

Todo cuanto el fuego alcanzó quedó reducido a cenizas en Granada Las habitaciones que en un fiem– po dieron asilo y profección a una pequeña ciudad, veíanse entonces sin techos y en ruinas, señalando sus paredes ennegrecidas y entre escombros, el lugar en que habían existido anies Ocho hermosas y mo– numentales iglesias, la Parroquia, el Calvaría de Jal– teva, la Merced, San Juan de Dios, San Sebastián, San Francisco, Esquipl.11as y Guadalupe fueron tam– bién desfruídas sin misericordia y con previo saqueo, y no confenfo Henningsen todavía con incendiar 'la Parroquia, hizo después esIuel zas por arrancarla des– de sus cimientos, volándola con una mina que pudo tan sólo derribarle la torre del nordes±e

Dícese que el saqueo de las iglesias produjo ocho pesadas cajas, llenas de joyas y metales, que fueron llevadas abordo del "San Carlos" Las vestiduras sa– cerdotales, muchas de ellas muy costosas, fueron ro– badas unas y quemadas las demás en una grande hoguera de la plaza mayor, enire la vocinglería y las danzas grotescas de aquella soldadesca replefa de li–

cor Bajaron a continuación las 48 campanas de las ocho iglesias y las llevaron fambién a bordo, para extraerles el oro y la plata que fenían ligados con el bronce; pelo las rescaiaron después los costarricen– ses en los úliimos del mes de diciembre siguienfe, cuando se apoderaron de los vapores y las encontra– ron en éstos.

Las noticias del próXÍ'rno incendio de Granada fue llevada a Masaya, por don Dámaso Souza, y tan lue– go como Se supo, levantaron el campo los ejércitos aliados y se apresuraron a ir a esiorbarlQf aunque no tan de prisa, porque llegaron cuando el incendio se hallaba en su apogeo, el día 24 de noviem.bre Como a las tres de la iarde del mismo día, principiaron el aiaque por Jalíeva, San Francisco y Guadalupe a la vez, o sea por el Occidente, Norie y Orienie de la. ciu– dad, pero llegaban deInasiado tarde

El general don Tomá.s Marlinez, con su columna de veteranos legitimistas, fue el primero en preseniar~

se cornO a las dos de la farde por el lado del Norte, deteniéndose lllomentáneamente en el lugar en que hoy se levanta la esfación del ferrocarril central, a contemplar lleno de dolor las llamas que envolvían

la ciudad cual un manio de "fuego. De su coniempl~_

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