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denarniento d:e sus acciones y en la tendencia mani– fiesta de sus ldeas.

Entonces se hace justicia; la. gran labor social se ha realizado, quizás sin comprenderlo el que ejecutándola ha desaparecido de la escena, y sin que la sociedad rnisrna 10 advierla, sino cuando pulida por la lima del tiempo aquella personalidad moral, ha brillado al pálido reflejo del recuerdo lejano

Entonces, disipada ya la niebla de las pasiones de la época, la posteridad se venga de los pasados desdenes populares, y recoge estas palabras de des. pecho de Scipión a Roma:- "Oh¡ ingrata patria, no tendrás mis huesos, corno un :título de orgullo y gloria póstuma".

A pesar de esa especie de anonadamiento social que ocasionan las públicas desgracias 1 de ese estado epiléptico de la anarquía, o sea general atrofia que origina el despofisrno, todo pueblo tiene sus hombres en quienes se refugian los principios y se concentran las energías vitales que han de salvar la sociedad al fin y a la postre y levantan el ánimo de los pueblos direcia o indirectamente con el poder cOlTlunicativo de su propio carácter

No es esa materia maleable y dúctil de los pro– pagandistas expeculadores, ni de los tímidos ambicio– sos ni de los pariidarios del éxito, ni de los políticos

far~antes Y trapisondistas la que constituye el altna y nervio de la sociedad, pues estos elementos, lejos de ser sostén y amparo de las instituciones y las públicas libedades, son los coriesanos de toda tiranía, los instrunlenfos dóciles de toda abominación

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El carácier salva. Aun en el impulso febril del más ciego extravío, aun en el fondo de las más ex– trañas aberraciones, cuando la ola de los acon– tecimientos impele irresisiiblernenfe hacia adelante a los que erraron el sendero, y el infortunio y la catásfrofe provocan las severas condenaciones so– ciales, un gran carácter puede conjurar las públicas iras con un solo rasgo de audacia, una palabra viril, un hecho heroico que represente a los ojos de todos la entereza del alma, la convicción honda, la integridad lucida, el imperio avasallador, y casi fatal, de una idea. La cualidad soberana del carácfer, aun en los eclipses humanos, rodea de cierta aureola la sombra misma del rrtal. Balnlaseda en Chile acaba de preseniar un ejemplo de córno la virtud acerada del carácier da cierta grandeza y cierio prestigio a las causas más perdidas, y hace respeiable la 111.e– moria de un caudillo sobre el cual pesaron inmensas responsabilidades

Balrnaseda quebranta la tradición política de Chile, pasa sobre la autoridad del Congreso y sobre la majestad de la ley, y después de provocar una

sangrienta lucha intestina, deja corno dislocada y

rota la cadena de las instífuciones y de las austeras costurnbres; y sin ernbargo, su nornbre se eleva y

magnifica con su muerle, digna de un romano, y la historia rectificará tal vez muchos juicios ligeros y encontrará quizá en la soberbia abnegación y en aquél temerario golpe de Estado que anuló el poder legislativo de su patria, un propósito honrado y un espíritu de reforma

En cambio, el nombre de Barillas, .personaje incoloro y débil. no brillará a la luz de la gloria. aunque, corno por vía de corrección y enmienda de su mal gobierno, haya al fin dejado el tnando, echado, por decirlo así, los verdaderos fundalTIentos de la República en Guatemala, con la libertad de imprenta y la a1±ernabilidad del poder

La crüica severa hallará mañana que este pro– greso político no es la obra del carácier, la obra de la convicción, de la fe en los principos democráticos, sino el resultado de la debilidad, el hecho social irnponiéndose a la flaqueza de un hombre que usur– para el puesto eminente de los grandes ciudadanos llarnados a ser luz y guía de los pueblos

El carácier es, pues, la única cosa que asoma en la superficie en los grandes naufragios sociales y lo que constituye esencialmente el pasativa valer del hombre público, así corno la c1ave de los rectos juicIos de la posteridad Por esto, en todo pueblo que tiene la conciencia de su papel y destino, sobre el ingenio, sobre la ilustración y el talenio, sobre el valor, está el carácier como base y sustentáculo de la moral política y la dignidad patria Esto es lo prhnero que se ha de notar en el gobernanie que en el ejercicio de sus alias funciones ha de seguir un plan, inspirarse en una doctrina, responder a una finalidad polí±ica, de manera lan clara. tan deter– minada, que no pueda menos de fijarse en el objetivo de la irnparcial crítica su fisonomía moral, de manera disfinta e indudable

Esto es lo primero que se ha de notar en el CBU

R dillo que aspira a que su indicación y consejo sean acatados y seguidos; a que la opinión se forme por su propia sugestión e iniciativa, a que se deduzca de la lógica de sus actos la bondad de sus principio., y a que se respete y se personifique en él la causa que sustenta, y se crea en su desprenditniento y

alteza da znira

Esto es lo primero que se ha notar en el ciu– dadano que,tornando en cuenta los deberes y los intereses COlUunes de la sociedad, se consfituye en propagandista, en factor o agente del poder público, desde los trabajos aislados en favor de un pariido y la función del sufragio, hasta las resoluciones del legislador y la dirección superior de los negocios del Esfado

PEDRO ORTIZ

1891

DON VALERIANO F. TORRES FERRER

Nació en Rivas, Nicaragua, el 4 de Ociubre de de 1863 y lUUriÓ en Granada en la rn.isrna fecha del año de 1939, a los 76 años de edad

Fueron sus padres, don Francisco Torres -lla– mado cariñosamente en Rivas "Chico Cariago", por

haber llegado de esta ciudad costarricense a fin– carse en nuesfra ciudad rneridional-. y doña Teo– dota Ferrer de Torres.

Ambos de sus progenitores eran catalanes, na–

ti vos de Barcelona. y se radicaron en Cariago, Cos-

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