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UNA CARTA EN EL DESTIERRO

Ninguna correspondencia más ansiosamente es– perada, con más interés leída, devorada con más in-uie±ud. que las carlas que espera y recibe de su qairia un recién desterrado Cuán presente se liene el flinerario de los vapores, con qué puntualidad se acu~

de a la oficina del correo, cómo llena una siInple car– ta el vacío de las horas silenciosas de la ernigración, como si fuera un acontecimiento Una carla! ¿,Qué traerá? Todo se espera en ella La noticia fresca del úllimo suceso, el anuncio de nuevos reveses y con– trariedadesl el pronósfico de futuras desgracias; un rayo de esperanza, la súbifa claridad que derrama en el alma un ensueño patriófico, la palabra viril de la indignación reprimida en la públíca lucha, que esta–

lla en el seno de la correspondencia privada, la inten_ ción y el alcance de las secretas confidencias; las pro– testas alentadoras del co:rnpañerisrno; la expresión airada del desengaño que se traduce en sarcasmo, las insinuaciones cordiales que suponen la amnisfía, las cobardes reticencias de los fímidos egoístas que nos escriben por urbana costumbre. Luego los negocios, los intereses, los compromisos, que nos reclaman des– de lejos. y sobre iodo esto, corno sobre los ecos de la mul±itud que parecieran soliciiarnos por iodas direc– ciones, levániase un eco más sonoro, una nota. más vibrante, más íntima, más conmovedora: la voz de la familia, de la madre, de la esposa, de la novia, que encueniran la distancia enonne, la ausencia inÍerrni.. nable, las horas lenias, la vida y el hogar corno ane– gado en sombría irisieza

El día de correo es generalmente un día de vivas emociones Tal vez sólo una. carfa llega a nuestras manos, tal vez sólo da la noticia de que los nuestros están bien: gran cosa en verdad, que basta y sobra para nuestro placer, es un golpe de luz que borra la huella del último insomnio, la impresión de negra pe– sadilla, que nos representaba en el fondo de estrecha 1?risión a uno de nuestros leales amigos, o las garras "angrientas de pavorosas estinfálidas, o descoyuntán– ;ose en violentas convulsiones de agonizante a uno Ie nuestros hijos Tal vez esa carta no contiene más ue Un saludo, cua.tro renglones escritos con la pre– ipifa.ción de la última hora: ello es bastante Ya lialmaremos la sed de nuestra curiosida.d o de nuestro anhelo en las carias de nuestros compañeros emigra– dos, de las que nos enteraremos como si fueran a no– sotros mismos dirigidas; ya las completaremos inter– lineándolas con nuestro pensamiento

y si nada nos llega, si la correspondencia ha. sido violada o extraviada, si la falfa es como un paréntesis del olvido; si no nos llegan ni periódicos, porque las prensas de donde salían aquellas hojas valientes es– tán paralizadas por el despotismo; si sólo tiene la pa– labra la adulación abyecia, que insulfa a las vícfimas y alaba al vicíitnario

l si a pesar del desprecio de los príncipes y la violación de las leyes, un periódico servil nos habla, importuno y falso, del hiertesfar de la República, dándole a ésta semejanza con la estatua de Luciano, que contenía la podredumbre bajo la cu– bierta del mármol de Paros; si llenos de escepticismo, vemos en este significativo y brutal enmudecimiento de la oposición a que perienecemos, el signo revela– dor de la decadencia nacional, hay tal vez una caria, un concepto, un recuerdo, una palabra. que nos ani– ma, y que despeja las nubes que se van acumulando en n uesira frente

Acabo de recibir mi correspondencia. De iodo me he impuesto Muy bien; estoy comento: iodo lo he releído. ¿Pero qué descubro'? De un sobre de que ya he sacado una de mis carlas se desprende ofra

pequeñita, doblada primorosamente como un billetito de joven enamorada: vamos, una nonada, un capri– cho. Dentro de la carla de la madre, hame enviado también la suya mi chiquirritm, que apenas raya en cuatro años. Allí está su firma, mi hornónirnol lo adi– vino, es él La leo, la traduzco, la interpreto con el corazóri, y esa cuartilla borroneada, que semeja un antiguo manuscrito chino, una curiosidad arqueoló– gica, esa escritura sui generis, de caracieres ininteligi– bles, contrahechos, raros, esa misiva imposible, es pa_ ra mí la carla más elocuente El chico rne expresa muy bien sus sentimientos con esos garrapatos Su epístola, amigo mío, no se entiende, pero, qué lindas frases, qué bello lenguaje! Apenas hace palotes, pero hay en la solfui'a de esa mano infantil, en el elegante descuido de esa letra de sabi,o, que rernata un vocablo con un golpe de brocha, o lo tennina con un perfil caprichoso, o apenas perceptible, la pretensión de ha– cer una carla verdadera Cierto es que a veces esos garabatos parecen signos musicales, h'!J.ellas húmedas de insectos, rasgos hechos al acaso, cifras cabalísticas, nerviosos :trazos d@ pincel, miniaturas caricaíurescas de un artista loco

Pero ese idioma extraño, de ortografía rnisteriosa, es un idiorna dulcísimo, incomparable, que los padres com..prendemos a las mil m..aravillas El alrna de los padres descubre el sentido oculto de esos jeroglíficos, corrige en su mente esas imperfecciones adorables, complem..enta, lima y redondea esos períodos, da for– ma a esos bocetos informes, fija los contornos y din– tornos de esas vagas 90ncepciones, da ser y expresión a esos lineamienios y perfiles de ideas, que son corno los anuncios de una alborada, corno los difusos re– flejos del espíritu al rayar el alba del pensarniento humano

Me figuro a través de estos dulces mamarrachos, las !Uil graciosas muecas de la infancia, los relám– pagos de aquellos ojitos llenos de candorosa malicia, la sonrisa genial de los niños, las rígidas aptitudes del rapazuelo que trabaja corno en una obra seria, los movimientos de aquella. boquita entreabieria que si– gue los de la mano por modo extremadamente cómi–

COI el mohín, el gesto expresivo, la charla aturdidora, las caricias violentas, las socarronerías, las balbucen– cias insinuantes y las palabras de tierno despecho, la risa franca y llena después de las lágrimas de pena simulada o fugaz, que caen corno suave lluvia a pleno sol

Me imagino a rni pequeñuelo observando a su buena madre que me escribe y luego haciendo a un lado los juguetes, levantarse súbifamente corno movi– do por un resorle, pedir J¡)apel, pluma y Enta, arrodi– llarse sobre una silla, e Inclinándose de codos sobre la mesa, exclarnar muy fonual y con la mayor natura– lidad, corno si fuera un hombre "Vaya escribir una caria a mi papá".

Y en esta actitud le veo destacarse en un fondo diáfano, con una nitidez tan delicada y una tonalidad tan risueña, que rne empeño por conservar la visión en la mente. Es el asunto de uns acuarela de efectos prÍlnaverales, que frato de fijar corno en un lienzo con los más suaves rasgos y el rnás bello colorido La imagen aparece y desaparece, se eclipsa y surge de la sornbra, corno al abrir y cerrar de una ventana se pre– senta y se oculta el jardín ilurninado y riente com.o encuadrado en un marco. Pero al reaparecer el obje– tivo en el campo ..isual, aquella figurita, que se incli~

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