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« Previous Page Table of Contents Next Page »tica. Los países cat6licos de Europa, op'inan ellos, no hrm ienido el sentido profundo del "Beruf" (como le llamó
Ma)c Weber), o sea, la profesión como una voeación re"
ligios a o un trabajo cristiano. Pari;! los pensadores del
"OtlUS", el traba¡o en que empleamos la vida tiene un
sentido sagrado (sacramental); el católico ha sido dema· s'iado individualistn, necesita el sentido Ilyotestante de la organicidacl en su ti abajo, que ha hecho posible el de
Sal rollo capitalista. gl capitalismo, en efecto, ha descan
n
s3do sobre la intuición moral de pertenecer a una orga· nización, una IIDei uf u, una profesión, o de ejercitar un
oric'io por vocación. Del mismo modo que el protestante ha visto su ti abajo como sagi aclo, también ha impuesto como UI1 deber moral y religioso la obediencia a la ley. Los países católicos tienen necesidad de esas dos actitu– des; sus pueblos deben aprender a mirar su trabajo como la expresión de su personalidad moral, y a la vez ne~0s'¡,
tan desarrollar el respeto protestante por la ley. la com· binación de esas dos cualidadag del protestantismo CO"
la fe cat6lica podría capacitar a los países cntólicos pal'~
ponerse en posición de i'Ivanzada como un ejemplo del progreso conservador. Si los referidos principios protes· tantes pudieran ieinteglalse con la fe católica y su defeu.. sa filosófica del derecho naturi.'l1 (que Walter Lippmann ha
Ibmado liLa Filosofía Pública ll
)
los fundamentos del or–
den público en Un estado de poder moderado se habrán establecido.
No deja de llamarse la atención en el nuevo consai''' vatismo europeo cierta tendencia a la recom:m.. ~df.m ,.rm
las ideas de la Ilustración, que, a la verdad, en el siglo
XVIII, fue más bien un movimiento cultural, una atmósa fera cultural, que un sistema filosófico o una ideología. los derechos natUl'ales enunciados en la Declaración de
los Derechos del Hombre y del Ciudadano, fundados co" mo están en el orrlen mOft,1 natural, son acep,t.:lbJes n=1!ra
un tatólico si se pone de acuerdo la concepción c:atóli€~
del Derecho Natural con la teoría racionalista del mismo,
rosa que puede y debe hacerse.
Sin embargo en ~spaña nada es sencillo, y tanto las ideas como los movimientos tienden a los extremos, co– mo 10 dijo Donoso Cortés hace más de den años. La in" flueneia francesa en ~sl'aña fue bastante consJderable ell el siglo XVIII, pero el conflicto producido por su illlpac o to, se agudizó enormemente por la invasión francesa y
la resisfencia española en la Guelra de Independencia,
I~ tentativa de los afrancesados encaminada a destruir a
la Iglesia y su defensa del !ilere de Napoleón en el iroo no de España, y aún todavía está presente en el recuerdo
de los españoles cuando confelnplan el daño causado por los soldados fnH1ceses de que dan testimonio las vieias huellas de las balas y los monumentos desaparecidos. Claro está que no es fácil para un conservador español que ama sus tradiciones, mh'ar a f¡'anda en busca de
inspiración, aun después del adual resurgimiento francés
de las ideas católicas y conservadoras. I,a tlfincipal di..
ficultad es, desde luego, que la tradición polític:a fran~
cesa es muy semejante a la española. Para ensayar un nuevo punto de partida el conservador puede volver los
ojos: a la experiencia política anglosajona.
~n la política angloamericana puede encontrarse mu"
cho de lo que sostiene el conservador español de nues.. hos días ~n el pl."o de la f.losofía política las anglo. omericanos han adherido a la ley "atural y los derechos naturales}' al principio del consentimiento popular a to~
da fOllna de gobierno, y al régimen de jefes tal como se
halla I epresentado ya sea en la monarquía inglesa cles..
l·:wés de 1638, ya en la R.epública Norteamericana de mo..
deración y constitucionalidad La tradición de la ley y los derechos "aturales en España fue expresada en términos filosóficos ca¡ólicos por los teólogos iuristas del Siglo de Oro, Vitoria, Suárez, Malina y otros. A la luz de sus re–
cientes revisiones es muy posible tendel' un puente entre
las doctrinas españolas de la ley natural y las nuevas ex
popsiciones de la tradición política protestante y .f'Whig" relaHva al derecho natural y el constitucionalismo ¿No
Se podría sugerir acaso c1ue el conservatlsmo de Burke, que trató de encontrar sus raíces hist6ricas, tiene en efoc–
to mucho en común eOn el conservatismo cat61ico del si– glo veinte?
tos españoles que trataron de hacer uSo de ideas francesas en el siglo dieciocho eran todavía católicos,
aunque no estrictamente de la misma manera que los cat6licos de ahora. Los hombres do gobierno de la Es.
pañ¿} ele entonces eran personas competentes tratando
de realizar una tarea difícil. Sabían que en España no hobía habido Refolma Proteslante y pa"a noda la echaban
de menos, pero vefEm que buena parte del liberalismo de ~rancia se reducía a plOmover el uso de la ciencia en
01 gobierno, y a procurar el adelanto económico de la nación lal como en~onces, aun sigue siendo el espíritu e1entírico de la Ilustración lo que hace falta usar en es" pañe prH a que ésta realice su propio tipo de progreso.
rEl siglo diedocho vió iniciarse en España una larga re.. volución industriñl que todavía no ha alcanzado su tér– mino, aunque actualmente podría aligerarse con la ayuda de los ~stados Unidos.
VII
tos conservadol es latinos, 105 nuevos o los VIelflS,
debieran interesar profundamente ti los católicos y a 'm~
consel'vaclOl'es norteamef'icanos. rEsto 110 solamente ('01'''
que e}ciste un creciente interés entre los latinos por la tradic!J'ón an~loamericana, sino t¿'lmbién por el conhasie que se puode observar. Las convicciones de la mente latina nos parecen más profundas, y sus t:6nflidos ullis
exigentes que los nuestros IiEn consc:!cuenda su conser– vatismo sen tal vez más real, tnás lucido en su convic.· d6n f¡los6~ka, aunque también más realista y pi Ud011"
cial en 1., elección de 5US medidüs políticas inmediatas. tI l':onserv~dor latino, o más exactamente, el neoconsel a
vador español, exige que el hombre viva de acuerdo con
lo que cree. !El hilo que enhebra todas las cosas es la
cuestión religiosa, y en ella es imposible para el conser-– vador permflneCe¡ neutral, por más que esté dispuesto ., emflleai' las medidas económicas, técnicas y científicas generalmente usadas en f.U1'opa, si le parecen convenien~
tes p¿wa ayudal a ~5paña en la persecución de sus pro" pios fines naturales.
(NOTA, F G Wilson -profesor de Ciencias Polí–
ticas en la Univetsidad de Illinois Autor de los libros:
rhe flme¡ic¡:¡n Political Mind y The case por Conselvatism)
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