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« Previous Page Table of Contents Next Page »me indicara la colaboración que yo le podría prestar.
Fue entonces que dC?n Bartolo me habló
de que era conveniente que yo consiguiera
que la Corte Suprema de Justicia rindiera una declaración para ser enviada al Departarrtento de Eslado. Esa declaración debería informar que la Corte Suprema, habiendo estudiado debidamente los artículos de la Constitución en lo referente a la elección de Presidente, llegaba a la conclusión de que ninguno de esos artículos se oponía a la reelección del Presidenle Marlínez.
A esa solicitud de don Bartolo le respon– dí que lo haría con mucho gusto, pero que antes consultara con el Departamento de Es– lado si es que éste consideraría satisfactoria una declaración de esa clase de parie de nues– tra Corte Suprema, ya que me parecía que era exponer a nuestra Corte a un desaire si el De– partamento de Estado declaraba una opin;ón contraria al modo de juzgar nuestra Corte Su– prema la cuestión legal de la reelección
Corno el Presidente Martínez no estuviera
de acuerdo con rni insinuación, ninguna solio
citud se hizo a la Corte Suprema para que hi–
ciera un esiudio de nuestra Constitución.
Desde entonces comprendí que mis accio–
nes bajaban cada día en Casa Presidencial,
sin embargo, siempre me mantuve en eoniacio
con el Presidente.
Algunos días más tarde tuvimos una reu– nión de Noiables Conservadores para elaborar el programa del Partido. De esa reunión pre– lirrtinar salió la Comisión que elaboró los Es– tatutos que debían regirnos. Recuerdo que esos Estatutos le daban al Partido Conservador
una organización absolufa:rnenfe democráiica,
basada en las declaraciones de Jefferson, pro–
minente estadista norteamericano.
Los Estatutos declaraban que el Partido
Conservador no era un par±ido estático, sino
que evolucionaba conforme al progreso y ne– cesidades de cada época; que reconocía la mayoría católica del país, pero que no e!'a un partido clerical; que rrtantenía la al±ernabili– dad del poder y que no admitía la reelección ni la elección de los parienies hasta el tercer grado de consanguinidad o afinidad.
Aprobados estos Estatutos se disolvió la Junta de Noiables y se procedió a organizar el Partido en cada Departamento, por canto– nes, corno estaba establecido en los nuevos Estatutos.
Supe después que el Presidente Martínez había extrañado que yo no hubiera aprovecha– do la oportunidad de la reunión de la Junta de Notables para iniciar su candidatura, pero realrrtente no lo hice porque no creí oportuno
tratar de ese asunto tan prematuramente, sin
embargo, esas pequeñas diferencias de crite– rio con don Bartola las fueron aprovechando rrtis adversarios políticos dentro del Partido Conservador para su alianza con los Liberales y para adquirir más fuerzas con la que comba– lir mi candidatura, por 10 que resolví intensi-
ficar el trabajo de organización del Partido y
lograr tener una mayoría de Delegados ami.
gas en la Convención.
La política misma y las intrigas políticas de ese período de don Bariolo eran tan confu. sas por todos lados que rne es muy difícil re. corda!' con completa exactitud todos los inci. dentes ocurridos. Pero no he olvidado hechos
COrrLO éste, por ejeznplo.
Me refiero a la invitación que un día de iantos nos hizo el Presidenie Martínez al doc. tor Carlos Cuadra Pasos, a don Carlos Solórza. no, al General Bartolomé Víquez y a mí para
que nos reuniérarnos en una pieza contigua a
su dormitorio en Casa Presidencial. El objetivo del Presidente era de que disculiéramos quién debla ser el candidato p!'óximo del Partido Conservador.
Recuerdo que en esa reurlión don Carlos Solórzano comenzó por hacerme el cargo de
que a rrti no se me consideraba COlTIO Mana
gua como lo dernostraba el hecho de no poseel
casa propia en esa ciudad de Managua, cargo que ITIe extrañó me hicieIa don Carlos puesto
que él m.uy bien sabía que yo era una persona
sin recursos econémicos y que mi figuración
en la polílica nacional se debía a mi entusias mo por la causa del Partido Conservador ya fuera en los campos de la lucha cívica o mili taro
Después de ese pequeño incidente comen·
zarnos a es1udiar las posibilidades de escoger
el candidato y si mal no recuerdo ya estába m.os por llegar a una solución, ya que ni el docror Cuadra Pasos, ni el General Víquez ha
cían deITlos±ración alguna de empeñarse PO) sus propias candida~uras y yo, por ITIi parte.
estaba resuelto a renunciar a favor de don Fe derico Solórzano, hermano de don Carlos, ya que éste seguramente habría aceptado renun·
ciar a su candidatura para que su hermano fuese el futuro Presidente, rnas precisarnenfe
en ese m.omento abrió don Bartolo la puerta
de comunicación de su dormitorio para decir
nos que ya habíam.os estado suficiente tiem.po
en conferencia y que era n"l.ejor que dejáramos la solución del proble-ma que nos fenÍa reuni·
dos para otro día. Por ese motivo no llegamos
a n1"\ acuerdo final en esa reunión.
No dudo que el Presidente Martínez estu· vo iodo el iiempa que duró nuestra conversa· ción en com.pañía de su pariente político el doctor Segundo Albino Román y Reyes, vigi· lándonos desde su dormitorio
Sobre esle particular debo hacer esta ob–
servación, y es que, anles de resolverse por un
candidato determinado, debe esiudiarse no só lo al candidato mismo sino a todos sus fami– liares por consanguinidad o afinidad que pue' dan eje!'cer alguna influencia sobre él, porque estoy seguro que el cam.bio q Lle se operó en el ánim.o de don Bariolo, tanlo respecto a m.í co· mo respecto al Partido Conservador, cambio tan del agrado del Partido Liberal, fue obra del doctor Román y Reyes, que estaba casado
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