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« Previous Page Table of Contents Next Page »LA PLUMA AZUL
No :me si.enio muy fuarle de cabeza cuando estoy
con mis hijitos Son tan monos, :lan bellos, tan pica–
rueIos y tan fierlleciíos! Cuando los miro, cuando
pienso en ellos, cuántas ideas fugaces, suposiciones
locas, felices o adversos presen±ímienfos pasan por mi alma! A través de unos ojitos húmedos y vivarachos
que rrLe ven de un modo inefable, observo que está
apuntando la aurora de \a vida inieleetual¡ una bo– quita sonrosada que sonríe, :rne ofrece un relámpago de dicha; una vocesifa que ora parece trino dulcísi–
mo, ora sonido desapacible, o sollozo profundo, o ale– gre nafa musical, cuánto me hace sufrir, gozar, reír, loquear hasía aturdirme I Lo que piensa uno de sus hi.josl ¿Ser padre, será una felicidad o una desgracia? Cuando me acuesto al lado del rapazuelo de Piquín, el mayor de los que me han quedado, y que ya tiene la avanzada edad de dos años y medio¡ cuando es10y con. él entretenido en amena e instructiva conversa– ción, cuando lTIe saca el pañuelo del bolsillo y elTI– prende fuga, y me obliga a que le persiga, y se ríe después en mis propias barbas con burlona risa y me tira de las orejas, y me da un beso, y me estrecha la mano y se despide con la forrrtalidad de un caballero¡ él, el mayor bribón de cuantos he conocido, el más perverso y adorable de los chiquirritines¡ francarnen.– te me olvido de mí mismo, retrocedo a la infancia, soy su igual, el igual de ese Señor Capitán Pulgar, que sale a la puerta a recibir rnhTIos y carantoñas de las señoritas que pasan, y fama aptitudes de hombre satisfecho, y ]a echa de Hlajo, con su pantalón, su chaqueta y su corbata nueva, y me dice, papá, vatnas al teatro, yo quimo ir al Congreso! Cuando observo al oiro rorro echado en su cuna, gorgeando COtnO un pajarillo enjaulado, y tne acerco a él y me Hende sus lnanitas C:OtnO dos botoncitos de azucena, ah 1 soy el más dichoso de los modales!
Ah! pelO cuando al registrar mi cofre veo una pluma azul! cuando se me nubla la frente con el recuerdo de que tuve un angelito que voló al cielo, y rne dejó esa inapreciable reliquia, ese indicio de su íránsito fugaz por este mundo¡ cuando pienso en que le ví ponerse lívido y retorcerse en crueles contorsio– nes y quedar inmóvil, frío y mudo ah! esto es ho– rrible, en10nces realmente soy muy desgraciado!
Una vez llegué más talde que de coslumbre a mi casa, obligado por los trabajos extraordinarios de la oficina Aunque era día de fiesta, y día de rn.i CU1TI– pleaños, yo no había reparado en ello, hasta que mi costilla rne llamó la atención a ese respecto Brava lloiícia ¿Con qué hoyes día de mi santo? Pues vaya si lTIe he acordado de echar una c.ana al aire y la casa por la ventanal Vaya si alguna altna cariñosa me ha sacado ahora del olvido, con un rico presente, de esos de chuparse los dedos!
Ya no digarrl.os un presente, repuso mi buena compañera, que los tiempos no son para prendas, ni siquiera con una simple tarjeta de felicitación. y di– ciendo esio se le encendió el rostro en justa y santa indignación a la rrl.adre de :mis hijos, quien continuó engolfándose en graves consideraciones sobre las des– igualdades humanas Decía nada menos que la socie_ dad es ex1rernadaITlente injusta, y que efímeras posi– ciones sociales y vanas riquezas valían más en el con– cepto público que el n1.odes±o rnél ita y la virtud obs– CUla que no se envuelven con las galas y atavíos de la opulencia Entremos en el sa16n de la señora talo del señor cual que cUlTIple fantos abriles, y allí vereIYlOS blanquear las nUlTIerosas esquelas sobre bandejas de plata bruñida; allí veremos brillar elegantísimos ja-
rrones dignos del arte de Pallisy y telas finísimas dig nas del arie de Jacquard, priITlorosas obritas de escu!: tura, en las cuales el cincel ha dejado prodigiosas huellas, ramas de flores rnuHiforrrtes, nlscefas exquisi tas, que alegran la estancia con sus colores y la ern: balsaman con sus aromas¡ todo aquello, en fin, con que los numerosos amigos del festejado han querido agasajarle en aquel aniversario de su natalicio o día del santo de su nombre. Y lleguemos por la noche cuando la radiante luz de las lámparas y de las pal:
matorias ilumine el agradable sUio, en que danzan unas cuantas parejas llenas de voluptuosidad y de placer, al compás de la música que inunda el recinto de gratas arrnonías¡ y comparemos todo esto con un hogar hurnilde, silencioso y olvidado, en donde nada esfá indicando que la sociedad participa de nuestro regocijo. ni nada lTIanifiesta que se cumplen respecto de nosotros aquellas reglas de fina cortesía que SUC4
len prodigarse a los que, merced a su nacimiento a su posición o a su buena forfuna, merecen de la ~04
ciedad más atenciones
¿Pero piensas no tenninar esas lameniaciones de Jeremías?
Dudo de que sea muy discreto y razonable lo que llevas dicho y desearía aqué doblara esa hoja del liJ:>r?? Eso eS, dejen;os a U!! lado esos ~:madros que nos fluJe nuestra propIa vanIdad: con fIestas o sin ellas, claro está que yo nací fal día como hoy para autnentar a los pocos años el número de los éPor qué te casaste connügo'? No, no quiero decir eso, pa– ra aumentar el nÚITlero de los padres de faITlilia y de los ciudadanos pacíficos
Pero, y Lulú? También se ha fardado ella en ve· nir del Kindergarfen Que le sucederá? No bien aca– baba de preguntar por nü angelito, cuando se me apareció por el espaldar de la silla, quedendo cubrir– me los ojos con sus aterciopeladas rnanecitas, de Ino– do que tuve que agacharme para que lograra su in_ tento y me dijera: ~Quién soy yo. papá? ¿Quién será, de veras, esta señorüa, quién será? Ah! picarona ya te descubrí Ven acá gatita, muchacha mala, terrible, espantosa Lulú; y mientras la ponía sobre mis rodi– llas y la colmaba de besos, ella ITle decía: "te traigo una cosüa" Veámosla y corrió hacia el aposento, y
a pocos minutos reapareció con un paquetito en la mano, que se empeñaba en oculfal, y mirándome al soslayo con una carita entre risueña y avergonzada, y caminando despacio, y con inin'litable coquefería me dijo: "TOITlB en el día de tu santo" Y diciéndome esto y estrechándola yo entre ro.is brazos, quise comér· ITlela y estuve a punto de hacerle daño
Abrí, y el obsequio ela una pluma azul bordada sobre una tela de Cañan1.BZO Y aquella plurna, que era la primera labor de sus manos, tenía enchna pren– dido con hilo blanco un papelito en el cual estaban pintadas unas patitas de mosca que decían: A papá– Su Lulú
¿Qué mortal fue más dichoso que yo el día de su cumpleaños?
Mas aquel angelito que era la dicha de mi hogar, emprendió su vuelo, dejándome sólo esa pluma azul arrancada de las alns de su espíritu.
PEDRO ORTlZ
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