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« Previous Page Table of Contents Next Page »En la mañana fuimos al Consejo, en donde reinaron como siempre la alegría y el desorden Nos han dividido en dos grupos, uno de ellos más numerosos que el otro, y han nombrado para codo glUpO un defensor de oficio
Dicen que hoy va a venir a declarar Fidencio Pérez y algo debe haber de cierto en ello, porque es– tá en la listo de testigos del Fiscal
Fidencio es un hombre de cincuenta años, recio y cuadrado.
Nuestro encuentro con él en lo montaña fue casual y emocionente Uno de esos cosos que no se esperan y que ocurren de pronto
Habíamos bajado del cerro de La Flor hasta un caminito que conecto d este sitio con Talpaguas y Santo Domingo Eramos nueve que iban a explorar sabiendo qu~ la Guardia Nacional estaba en 'las proxi– midades de nuestlo campamento
Subimos y bajamos cerros de montaña virgen Escalábamos los montes holándonos de lianas y
pequeñas ramas, y volvíamos a bajar impulsados a regular velocidad dejando trozos de tela en los tI ancas y sufriendo rasguños de toda clase
Cuando llegamos al camino, Eduardo Chamarra un muchacho de apellido Martínez y Francis– co Quiñonez tomaron por aquél rumbo a la casa de Fidencio Pérez, porque allí decían que estaba la Guar– dia, y había que reconocer su número y posición
Eduardo se cruzó con Fidencio y Fidencio creyó que Eduardo el a Guardia
Fidencio le hizo señas de que caminara, y le dijo "somos los mismos, yo soy el Chan", a lo cual respondió Eduardo obligando a Fidencio a caminar hacia el sitio en que los demás estábamos ocultos
Era de mañana, había 1I0vdo y el pequeño y sinuoso camino estaba fresco Oloroso
Nosotros esperábamos de pié sobre un recodo, cuando llegó Eduardo con Fidencio y cogiéndolo del cuello por lo camisa, lo empujó frente a todos
"Este, -dijo- es el espía de la Guardia"
Fidencjo palideció Estaba asustado y sorprendido, y antes de que pudiera articulOl palabra, uno de los muchachos sacó de su cintura un pocillo de los que usa la Guardia, y lo mostró a los demás
Solo eso llevaba Fidencio, y también un poquito de pinolillo que guOl daba en su pañuelo Los muchachos tomaron también el pinolillo, " entonces Fidencio con la voz quebrada dijo
-Sí, es verdad, pero qué vaya hacer yo señor ? qué vaya hacer ? ellos llegaron a mi co-sa y me dijeron qLJe les enseñara el camino Mátenme si quieren, o me dan un O/ma paro morir disparán. doles porque ellos nos van a motar a todos
-Cuántos son? preguntamos
-Yo no sé, solo sé que se comieron como 100 cuajadas -.-Tienen radio ?
-Sí, tienen un "chunche" en el que están hablando constantemente
-y dónde están ?
-Allí señor, allí nomás!! Ya nos van a matar!! gritaba ahogadamente Fidencio y el sudor cu· brío copiosamente su rostro
Entonces decidimos decirle que él tenía que sacarnos de allí, y llevarnos donde estaban (os de– más de nosotros, pero Fidencio no quería y alegaba que no era conocedor del lugar
La discusión siguiÓ con prisa, pero sin violencia.
-Nosotros no te vamos a asesinar -le aseguramos Nosotros no matamos a los campesinos, pero vos vas a correr la misma suerte de nosotros, si no encontrás el camino para llevarnos donde están los demás, nuestros compañeros
-Bueno pues, por aquí señor! gimió Fidencio, pero ligero! ligero! y comenzó a caminar ade-lante hacia arriba del cerro
Tornamos a subir y a bajar Nos volvimos a impulsar con ramas y troncos pequeños trabajosa– mente, lentamente, hasta que llegamos a una altura la cual traspusimos por fin
AHí, mientras nos deteníamos para tomar un respiro sentimos los disparos de la Guardia Plimero fun un mortero Hizo un ruido seco de celradura que se traba, un "clac" lejano y des– pués de un silencio estalló la granada con estruendo en la misma dilección del camino que nosotlos ha– bíamos traído Luego otro mortero, y dos, tres, o cuatro más
A veces solo se escuchaba el "c1ic", y la granada se perdía en el monte sin estallal, mientras no– sotros n05 qlledábamos esperando que explotara
Mas tarde comenzaron a disparar sus fusiles y sus ametralladoras Silvaban los tiros graneados y dejaban caer a su paso uno lluvia de hojitas arrancadas de los árboles
Fidencio quiso correr, pero alguien lo cogió del brazo y le hizo una seña mientras decía -No!! Cuidado!!
. Permanecimos un rato inmóviles, escudriñondo entle la hojarasca por si aparecía algún Guardia, pero ellos estaban lejos, y entonces decidimos contin~ar la marcha hasta encontrar a los nuestlos
Caminamos cerca óe media horo guiodos por Fídencio Su instinto de campesino nos llevó diree-
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