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« Previous Page Table of Contents Next Page »ta más de 200 millones de dóla¡:es en adquirir productos que pueden elaborarse aquí en el Istmo. Este sería el mínimo objetivo por alcanzar.
Sin. embargo, este plan de mercado común e integración, corre el riesgo de estancarse en
los beneficios a conseguir, de limitarse en su desenvolvimiento, si a las masas campesinas no se les pone en condiciones de disponer de un mayor poder adquisitivo. Porque estamos de acuerdo en que no podrá haber industralización próspera si cada industria debe nutrirse del consumo de millones de campesinos "sumidos hasta el cuello en la miseria". Y no puede ser objetivo a largo plazo el que se sustituya para esta gente el consorcio internacional, por usufructuarios centroamericanos. Lo más que
habría pasado es una sustitución del empresprio. Por eso, el paso simultáneo 01 Tratado de merca– do común e integración económica, está en liquidar la Encomienda; modificar la tenencia de la tierrq para que produzca más, para que el campesino obtenga más por su trabajo; que sea propietario, que eleve sus ingresos y pueda comprar mós y puedan las fábricas vender más y exista la posibilidad de una activa competencia y un abaratamiento de los precios de venta.
Sin embargo, por algo hay que empezar y el Tratado de mercado común e integración eco–
nómica, nos ofrece la oportunidad de ello. En nuestro ambiente, el escoso ahorro nacional existen–
te no encuentra una canalización diferente que el comercio, la especulación de tierras, la construc– ción. Muy pocas oportunidades existen para que se consigan buenos beneficios y al mismo tiempo
se persiga Un bien nacional. La creación y desarrollo de industrias darían al ahorro nacional esa opor– tunidad. Las utilidades que se obtendrían serían mayores que en otros países y atraerían la inver– sión de capitales extranjeros.
Pero la repercusión beneficiosa más inmediata sería la de creación de nuevas fuentes de trabajo. El problema de la desocupación crónica es común a toda América Latina No se trata aquí, como dice un comentarista "de la desocupación cíclica de los países industriales", porque aquí, lo que hay es una falta permanente de trabajo para millones de personas en aptitud para trabajar y
por otra parte, escasez de mano de obra calificada. Y este es un mal crónico que se agudiza a me· dida que la población aumenta, sobre todó si lo hace al ritmo de nuestros países.
Por lo demás, es un hechó cierto que son un pueblo hambriento, no podrá existir estabili– dad política. La inseguridad económica de la mayoría, permanecerá siéndo el ¡junto de apoyo al
agitador y al anarquista. En el fondo, la intranquilidad permanente de los países latino-americanos y
la frecuencia de las conmociones, pueden explicarse como una incesante y desorientada búsqueda de una ordenación que les permita UI,a mejoría en ~u actual situación económico-social.
No desconocemos que en léI primera etapa del Ttatado que comentamos, sufrirán ciertas industrias nacionales y habrá incluso desocupación én algunas. Pero es un riesgo que por una par–
te no es absolutamente seguro y por otro, vale en todo caso la pena de correrse, ante la perspectiva de un acomodamiento que se har.á a un nivel de vida mucho mejor que el presente. No nos olvide– mos que los grandes decisiones se toman en la duda, favoreciendo a Jo mayoría.
Mucho puede hacer el Gobierno para que esta indeseable consecuencia del Tratado mor– tifique menos a nuestras industrias. Las promesas del Ministro de Economía referentes a facilidades de cr~dito, revisión de las leyes tributarias, excensión de algunos impuestos, descenso de tarifas eléc– tricas, etc., pueden yugular el impacto de la competencia y evitar en esta etapa el colapso de estas in–
dustrias que mantienen empleados a nicaragüen-es.
Una cláusula sí le hace falta al Tratado y es que permIta su revisión pasado cierto tiempo. Esperar 20 años para revisar sus consecuencias, podría ser demasiado tarde. Cada cinco años podría haber la oportunidad de modificar o ajustar ciertos mecanismos, que no dañen irreparablemente las economías locales.
Pero el balance del Tratado sobre "Me"'cado común e integración Económica Centro-Ameri– cano" es favorable en última instancia. Es un instrumento económico de gran potencialidad de ayu– da al mejoramiento de nuestro standard de vida. Lo peor es quedarse atascados como estamos aho– ra, apegados a rutinas que ya han probado su ineficacia.
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