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BIOGRAFIA DE DON BENITO ROSALES

No hemos interrumpido en "El Nacional" el estu– dio de los hombres prominentes del partido indepen_ diente, perfilando su fisonomía moral y polilica, no grabando en hondas buriladas sus retratos, sino a vUe– lo de pájaro, cual lo exige la rapidez del periodismo. Tras el nombre egregio de don José León. Sandoval publicada en el número 37 del "Centro Americano", estampamos el de

.JaSE BENITO ROS1lLES y S1lNDOV1lI.,

el ilustre jurisconsulto y literato, cuyo nombre sólo es una gloria para Granada: es uno de los más bellos florones de la corona literaria de Nicaragua y del Bello Central de América. El sabor literario de sus escritos, su estilo tan naiural y diáfano, como pulcra, correcta y castiza su dicción inimitable, pasa como un mode– lo del buen decir: y tal era la claridad en la expresión de sus ideas, que se hacía comprender hasta de las masas, para propagar tal vez doetrinas disociadoras

y rematar el encono popular, las que yo le con'l.batí al proviso por la prensa, en los últimos años de su vida.

Se hacía reacio a admitir que la única república posible sea la amplia fórmula de armonía entre la libertad y la autoridad, entre el orden y la democra– cia, entre la estabilidad y el progreso, entre los dos términos fundamentales sobre cuya síntesis descansan las sociedades modernas. "Las tendencias conservado– ras de un país, dice Domingo Arteaga Alemparte, son a su progreso lo que el centro de gravedad al movi– miento".

El radicalismo liberal de Rosales rayaba en la pasión, y hasta en los últimos años de su vida no ol– vidó su pristina tendencia contra los nobilarios: le irritaba la progresiva desnivelación de fortunas consi– guiente a nuestra emancipación, vivificada por e1libre tráfico y armónico desarrollo de nuesh'os elementos de civilización y riqueza: olvidaba la ley de compensa– ción providencial en el progreso huznano: que mien– iras los nobiliarios acumulaban los productos materia– les de la riqueza, aumentando la masa de valores cir– culantes, procurando la creciente comodidad del pue– blo, se ilustraban al mismo tiempo éste, y la clase me– dia: él había atesorado más que nadie, él, nobilísimo escritor, poeta delicado, jurisconsulto distinguido, y sobre todo hablista de primer orden, había implanta– do la leaBad de su inteligencia, en el bufete, en la tri– buna, en la prensa y en la Universidad, para dominar a esos mismos nobilarios y a sus hijos, sujetando los intereses que su absolutismo democrático flajelaba con el habla rica y armoniosa de los conquistadores.

Normalizar la insurrección, eS cernirss en el caos del mundo moral y político: sería el caso de repetir la espiritual y sarcástica expresión de Alfredo de Vig– ny, "que el mundo rnoderno marcha tambaléandose entre dos absurdos, la soberanía popular y la teocra–

cia",

y como dice un escritor sud-americano de nues– tros dias: "Tal está la atmósfera inteledual de nuestro tiempo y tan viciadas las ideas, que pasan por anti– tesis las que son síntesis necesarias en la realidad ab– soluta de las cosas. Las sociedades son organismos vivientes que se forman, viven, crecen y se desarrollan, según la regularidad o normalidarl de las funciones de sus órganos. El principio y fin de esas funciones es la necesidad de cOl~servación de ese organismo. El medio de esa conservación es la libertad. Siendo pl'in– cipio y fin orgánicos de las sociedades, la conserva– ción de sí misma, y siendo el instrumento, medio o función general de la vida orgánica la libertad, es obvio que este medio es correlaiivo de aquel fin y de aquel principio, o en oiros términos, que la libertad es

el modo natural y necesario de satisfacer la necesidad de conservación orgánica; ~o en ténninos resueltos que no hay antítesis ni oposición ni discordancia en: tre el principio de conservación social y la libert¡;{d".

Rosales fue eledo en 1823 represenialúe a la Asamblea Nacional Consfituyenfe en unión de don Manuel Mendoza, joven también de claro talento y

culiura no común, y que fue Ministro General del Jefe Cerda en 825: ambos representaron al par/ido o de– partamento de Granada, lo mismo que el ilustrado Fi. ladelfo Benavent al de Matagalpa, Benavent que ian gratos recuerdos dejó a la juventud estudiosa en la en– señanza del derecho prádico y como redor de la uni. versidad de Granada, habiendo sido el primer ministro que promovió la recomposición liberal de los instüu_ tos Literarios coetáneos al yugo iutoril de España. Ellos, como representantes del partido independiente soldaron los eslabones de la cadena de ore de reinte_ gración autonómica con las demás provincias y su antigua capital, que 'finoco, Saravia y sucesores ha. bian quebrantado en provecho de sus baldías aspira. ciones de :mando, organizando la asamblea luás ilus– ±t'e y laboriosa del "Bello Ceniral de AmÉlrioa". que sentó las bases autónomas de nuestra nacionalidad, formando decálogo de nuestro Derecho Constitucional pero falseando el punio a partir de nuestra organiza~

ción polilica con el "Ex uno, pIures", que hará repetir largo iie:mpo al patriotismo centroamericano, las si– guientes tétricas estrofas del segundo libro de la Enei– da

"Guis claden illius faderis quis funera fando Explicet, auí possit lacrimis equare laboresí'

Concluída su misión en la Asamblea Nacional en 824, cediendo a nuestra corriente intelectual hacia el Septentrión, y no, hacia el Sur de América, Bosales par. tió para Méjico, antiguo foco de luces del siglo XVI, cuya reverberación no ha sido infructuosa a Cenho América. Casi siempre la promoción de los elementos de civilización y progreso en un raís, resortan, por una circulación provindencial, en e común bienestar de los otros pueblos. A fin de acaudalar con nuevos teso– ros literarios su bella inteligencia, seguía el mislno de– rrotero que el Doctor Presbítero don Manuel López de la Plata, jurisconsuBo distinguido, diciéndose de él, 10 mismo que de su hermano el Dr, don Pascual, que conservaba en su vastísima memoria todos los Códigos del Derecho Eclesiástico, del Civil español y romano Al ingresar al territorio mejicano, encontró Rosales él

otro hijo de León, acariciado, a virtud de su saber, pu– l'eza y laboriosidad, por el Presidente Guadalupe Víc– toria y su ilustrado Ministro Ramos Arispe: era éste, Miguel de Larreinaga, astro de primera luagnifud en nuestro cielo literario. Larreinaga dió el primer curso de :matemáticas en la Universidad de León en 1794, él

quién don6 Su seleda, y cuantiosa librería compuesta de centenares de volumenes todos embellecidos con nofas eruditas e instructivas, de su propio puño y le· tra.

Al regresar Rosales de Méjico en 835, Nicaragua comenzaba a reparar los quebrantos de cinco años de guerra civil, los hombres que habían picado el cable colonial, debían aunar los rotos lazos de la fraternidad y llevar El cabo nuestra regeneración social y polüica por medio de la luz que precede a toda creación. Al rayar la aurora de la libertad bastó el entusiasmo: ahora se necesüa ciencia, tino y circunspección. La libertad tenía para Rosales un doble encanto, porque la veía con los ojos del filósofo y del poeta: "y la poe· sía de la libertad, al decir de un escritor chileno, es el aroma que perfuma la existencia política de las na· ciones". El espíritu propagandista de Rosales fue in· cansable en la prensa, en la tribuna legislativa y en la

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