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y el Capitán Rocha (Germán), unos ya ,muer– fas, airas, casi como Villalobos, Cj.unque favo– recidos por sus compañeras que son mujeres trabajadoras y abnegadas.

Cuando se ven casos como los que dejo transcritos en el párrafo anterior, caso de mi– li.J:ares que en un tiempo tuvieron en sus ma– nos los desiinos de la patria, hoy miser¡:¡.ble– mente pidiendo un plato de comida, contrista grandefnen±e el ahna que no hayan disposi– ciones legales para que la Nación proteja a esos individuos que han estado, no solamente prestando sus servicios, sino exponiendo su vi– da a cada momento, tal vez por la defensa de un partido y que por sólo ese hecho, noble en sí, al llegar el otro partido al poder son elimi– nados de la protección de cualquier disposición legal que les favorezca, lo cual a mi juicio, eS injusto y no debiera de suceder así, pues de– berian esos hombres ser mirados y tratados corno los veteranos de las guerras internacio– nales.

. Los días 12, 13 Y 14 de agosto de 1912, fueron días de intensos combates entre las fuerzas de Mena y las fuerzas defensoras de la ciudad. Cada día que amanecía parecía que los combates se recrudecían intermiten±emen– te durante todo el día. La zozobra era también permanente, porque sería por las condiciones atmosféricas el tiroteo se sentía muy' cerca de la Número Uno, la Cas? Presidencial, lo que nos obligaba a estar llamando ti los Capitanes mencionados para con gran satisfacción oh por parte de ellos mismos que su detehnina– ción para la lucha era inflexible; que estaban fuera de peligro y que las líneas de defensa no serían ro±as por el enemigo. .

En esos días, los artilleros del cañón He– raId disparaban esporádicamente sus cañona– zos sobre la población de Managua y para que mis lectOl'es vean confirmado lo que anfes les he dicho de la sangre fía de don Adolfo Díaz, referiré un incidente que ocul"l'i6 con el Minis– tro de la República de El Salvador, Doctor don José Antonio López.G.

Es±e señor había sido enviado por su Go– bierno para mediar en la contienda, pero en sus instrucciones traía la de proponer como solución del conflicto la Presidencia de un li–

beral occidental, que fuera amigo de Madriz, porque corno éste era casado con una salvado– reña aquel Gobierno consideraba a Madriz como amigo de El Salvador.

El DoC±or López estaba muy empeñado en sus trabajos diplomáticos y en el buen éxito de su misión, aunque, por supuesto, el Presidente Díaz estaba muy lejos de pensar que esa fuera una solución aceptable, puesto que no consi– deraría a nadie que no fuera él mismo u otro conservador.

El problema que se le presentaba a Díaz era el de alejar un poco al Doctor L6pez y que éste escaseara sus constantes visitas que le qui– laban precioso tiempo para la defensa de la ciudad. Entonces pensó en un ardid que le di6 magnífico resultado y éste era el de invitar al

De izquierda a derecha: Gral. Bartolomé Víquez, don José Solórzano Díaz, Gral. Camilo Barberclla Diaz.

señor López, cada vez que llegaba a visitarlo, a pasar al piso alto y recibirlo en el Salón de Recepciones que se usaba en tiempos norma– les, pero don José Antonio, aunque un hombre de coraje en su juventud, pues había sido uno de los compañeros del General Vásquez en la heroica defensa que hicieron en Tegucigálpa, en esta ocasión, quizá por sus añ9s, al oír el tiroteo tan cerca de la Número Uno, estaba convencido qué una granada del Herald po– dría hacerle una inoportuna visita mientras él hacía la suya y, por supuesto, no s~ senfia muy a gustó en aquel lugar y así se lo expresaba a Díaz, diciéndole además que aquel sitio era muy peligroso y qué lo mejor era buscar ofro más adecuado y si fuera posible ígnorado del General Zeledón, pero Djaz se'mos±raba confia– do y no daba la menor importancia a las ba– las, y entonces don Antonio acortaba su visita

y se despedía apresuradamente, para volver, sin embargo, al siguiente día y pasar los mis– mos sustos hasía que poco a poco fue haciendo menoS frecuentes sus visitas hasta que pas6 el peligro y la Plaza de ManagUa fue libertada de sus agresores. Mas para eilfonces la misi6n del DoC±or López G. no tenía objetó alguno. De esa manera Diaz sali6 airoso de la prueba a que lo tenía sometido el Ministro López.

Cómo sería de infensa la lucha' de esos días que ha.sía a los animales les afectó. Re– cuerdo, por ejemplo, a una lora que tenia en mi casa, la que después de la lucha se quedó repitiendo e imitando las detonaciones de ri– fles, ametralladoras y cañones y los grifos: "papapapa, taiafatata, pum, pum, pum, Viva Chamarra '" .

En el último día del combaíe de Managua yo había dispuesto aíacar por reíaguardia a las fuerzas del General Zeledón y para ello fui a los Mangui:l:os con el General Durón, a quien pensaba poner a la cabeza de esfa maniobra, pero ya no encontramos a las fuerzas de Ze– ledón, las que se habían reíirado aníes del

amanecer dejando ya libre esa sección de la ciudad.

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