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NOTAS: Marcos, IX, 42- (2) Salmo XLVIII, 13 - (3) Salmo XLVIII, 17-18. (4) Isaías, V, 8. (5) Eclesiástico, XXXI, 5-6. (6) Lucas, VJ, 24 (7) Mateo, XIX, 24. (8) Mateo, XIX, 24 (9) Lucas XVI, 19. (10) Maleo, XIII, 22. (11) Maleo, VI, 24. (12) Santiago, V, 1. (14) Santiago, V-2-3--, (15) Rerum novarum, ASS, 15 de mayo - 1891. .

EL GLORIOSO DESTINO DE LA SOBREABUN– DANCIA La única manera de poder quitar a las ri– quezas el estigma estremecedor con que las marcó Cristo, es dándoles una proyección social, es hacien– do que lleguen a todos Ese es el glorioso destino de la sobreabundancia. Para el rico, más que para nadie, es un pecado capital el vivir encerrado entre los cua– tro muros de su egoísmo individual o familiar. El, más que nadie, debe echar abajo toda muralla aisladora de las angustias y de las preocupaciones a veces des– garradoras que atenazan a los que le rodean. Es ver– dad que no podrá remediarlo todo, pero todo ha de encontrar un eco en su arma cristiana abierta a ras quejas y a los gritos de socorro de Cristo.

Es grandioso, por tanto, ro vocación del rico cris– tiano' vivir con la preocupación de los demás, que es vivir con la preocupación por Cristo. Sin embargo, el que se exime de ello y no vive consagrado a su tra.., bajo administrador de los bienes, que Dios (a través de sus talentos) puso en sus manos, está fa/tondo a un gravísimo deber (no es cuestión de supererogación), está siendo piedra de escándalo para innumerables y

está confirmando las palabras de Cristo. "Es más difícil " Está fuera del Reino de los cielos", "sus riquezas están podridas y la herrumbre que las car– come será testigo contra él y roerá sus carnes como fuego" (14) En este contexto qué bien se entienden las palabras de León XIII'

"Adviértese por lo tanto a los que tienen rique– zas, que no libran ellas de dolor, ni en nada apro– vechan para la eterna bienaventuranza, sino que an– tes dañan, que deben a los ricos infundir terror las extraordinarias amenazas que les hace Jesucristo y

que ha de llegar un día en que darán en el Tribunal de Dios severísima cuenta del uso que hicieron de sus riquezas".

Es estremecedor el peligro de las riquezas; pero

es sublime y gloriosa la misión del rico que vive abier– tQmente en cristiano, A LA PUERTA DE CASA La radio, el cine, las revistas, el periódico puesto todos los días a la vis– ta sobre la mesa del cuarto de estar, los medios ultra– rápidos de locomoción han puesto a todos los Láza– ros indigentes a la puerta de nuestras casas. Estas mayores facilidades de comunicación y de informa– ción han intensificado la responsabilidad del rico "pa– cífico". Hoy nuestro prójimo, nuestro "próximo" se extiende en un radio de acción muchos más amplio

TENGO HAMBRE Y NO ME DAS DE COMER. La responsabilidad máxima del cristiano pudiente está re– lacionada directamente con la persona de Cristo Es el mismo Cristo (a víctima de su inercia irresponsa– ble, o el agraciado con su interés por los demás Den– tro de muchos años un día se oirá solemne su voz "Tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y

no me disteis, ' " (13) Si entonces hablará en pa– sódo "tuve me disteis " ", un pasado escondi– do ya en el silencio de los siglos, es porque ahora es– tá hablando en un presente acuciante y concreto: "Ten– go hambre .. tengo sed, y no me dais de co– mer", y a los oídos del hombre que tiene posibilida– des llega desde todos los tugurios, desde el seno de tantas familias desesperadas la queja clamorosa de Cristo: "tengo hambre. .. "

El rico tranquilo, el rico encerrado en su mundo miope y cómodo, EL RICO QUE NO HACE PROBLE– MA DE SU ABUNDANCIA, es el gran responsable de que Cristo sufra en tantas familias (as estrecheces más desesperantes, y en tontos hombres la angustia de la falta de trabajo "Tengo hambre y no me das de comer, "

más allá Para él, por tanto, la suprema ambición es que hace un siglo Hoy el clamor de Cristo: "Tengo poseer más y más para gozar más y más, Y así sacar hambre " viene desde más lejos y entra a diario el máximo rendimiento a esto vida que para él es Jo en la intimidad de nuestros hogares. Hoy nadie se única puede excusar con el "no sabía, .

u

El cristiano ve las cosos con unas categorías com- El escándalo de su inercia criminal también es pletamente diferentes. El se reserva para la vida eter- hoy mayor Los resentimientos hoy mucho más exa– na y mira con temor y recelo las muchos riquezas por- cerbados y a través de ellos propagan mucho más que sabe que le pueden cegar y atar sin remedio. Para

I ápidamente los escándalos

él la suprema ambición no es poseer más y más sino Fácilmente pueden alcanzar una resonancia na– dar más y más. Y con esto hemos llegado al único"'cional y aún internacional Cosa conocida es, por ejem– camino libre que le queda al cristiano rico. DAR, dar plo, y que he podido constatar personalmente muchas trabajo arriesgando capitol, dar misericordiosamente veces, el escándalo que produce ante los cristianos al que es incapaz de trabajar, contribuir a dar casas de Europa la falta de conciencia social de nuestras a los que viven prácticamente en la calte, dar, dar clases pudientes en España La concepción cristiana de las riquezas lleva con– sigo la idea de carga, nunca la de fortuna. En la men– te' de Cristo el rico no es un afortunado, los felices son los pobres. Es un hombre a quien le ha caído en suer– te una abrumadora carga bajo /0 cual es tan difícil que no caiga como es difícil a un camello entrar por el ojo de una aguja. Y es una carga porque el cristia– no que ha conseguido una cierta abundancia de 'bie– nes (aunque haya sido con su esfuerzo, con su talen– to, con su ingenio para los negocios, con su tenacidad, todo eso es también riqUeza, todo son dones de Dios) de una manera o de otra, si no quiere quedar enreda– do, ha de emplear una parte de ellos en darlos Y

es tan difícil dar. "

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