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1856
Lleoo. DON JOSE MARIA ESTRADA
En el Capítulo II de sus Memorias para la His-
o toria de la Revolución de Nicaragua en 1854, dice don Jerónimo Pére:z: "Bsrrada era de condición muY humilde, hijo de un tejedor del barrio de Cuis– coma, que miserablemente le dedicó a la carrera liferaria. Progresó poco en las aulas, porque el de- . sarrolló en sus faculfades fue muy tardío. En la mayor edad fue un abogado eminente, literato dis– tinguido, y escrüor muy ameno: aun entonces sus primeros pensamientos eran vagos, y a ploporción que meditaba, más sólidos y profundos.. El día lo pasaba consagrado al estudio, y paria de la noche a la música, en cuyo arie sobresalió en viriud de una disposición la más privilegiada."
"La pure:za de sus sentimientos era tal, que co– locado en la sociedad en el lugar a que su gran ta– limto le había elevado, no desconoció su parentela Y el círculo de los amigos de la infancia. En el tra!o privado era sumamente atable y expansivo: en el público demasiado corlo, ruboroso, extraño a la e!i– queta, debido tal ve:z a su educación primitiva."
"Era alío Y robusto, violento para andar, tenía la cabeza cubierta de pelo grueso crespo: la frente cuadrada; el color prieto, cutis muy áspero, las fac– ciones regulares, el ojo revelando intel~gencia."
"Desde que tuvo opiniones políticas se asoció con te, con valor, con abnegación y pefriotismo al bando conservador a cuyo lado figuró en los prime– ros destinos de la República. Como polllico tenía el defecto o.e ser vacilante, femeroso de hacer mal, y
al mismo tiempo muy literefo. No salía un despa– cho que él no examinase, cambiase su forma, corri– giese el estilo y la puntuación, y días enteros se de– tenía un correo, antes que lo llevase sin toda la de– bida pulcritud; porque tenía a mengua que un escrito suyo, o'que hubiese autori:zado, tuviera una falía de ortografía."
Tal era la persona de innegables merecimientos en quien el General don Fruto Chamarra depositó el poder -26 de mayo de 1854- después de la de– rrota de El Pozo, quedándose él corno Jefe del Ejérci– to. Difíciles eran, sin duda alguna, las circunstan– cias. "Cuando la guerra amena:zaba de mueríe al Gobierno y al bando conservador refugiados en Gra– .nada, cuando allí no había tropas con qué hacer la defensa, cuando los pocos militares que había da– ban a conocer que el honor Y sólo el honor les obli– ga.ba a estar en su puesto. "
Por ocho largos meses sufrió la ciudad de Gra–
nad!3-~ y con ella el Gobierno llamado Legithnista, el siÍlo que las ftier:zas Democráticas, al mando del
Gene~al don Máximo Jerez, les impusieron. Durante ese Ílempo mantenía el Licenciado Estrada la sem–
~lanza de Gobierno que las circunstancias le permi– fían. En un periódico intitulado EL DEFENSOR DEL ORDEN publicaba sus escritos tendientes a m"mtener la moral del ejército y del pueblo en Iavor de su causa.· En ellos se puede adn'lirar la concisión y la pureza de su estilo. En su primer número -fechado e":l: Granada, 18 de mayo de 1854, decía: "Nicara– guenses: Nos dirigirnos a vosorros en esta solemne
situación, no para disimularos el grave riesgo en que se halla la vida de la patria, sino antes bien para deciros que es el momento en que con más urgen– cia reclama de sus hijos el deber de salvarla."
Rudo golpe sufrió el padido legitimista con la
~nuerle del General don Fruto Chamorro. El licen– ciado Es±rada hizo lo imposible por reunir la Asam– blea Constituyente. Por fin lo logró con apenas quince Diputados, el Domingo de Resurrección, 8 de abril de 1855. Ante esa Asamblea pronunció el Dis– curso que aparece en esta Antología.
La situación política y militar del Gobierno del Licdo. Estrada vino a empeorarse aún más con la presencia del elemento filibustero que se había in– troducido en la contienda civil. El jefe del ejército legitimista General don Ponciano Corral entró en pláticas con el jefe filibustero, William Walker, pláticas que culminaron en la fir:xna del Tratado del 23 de Ociubre de 1855. Por ese Tratado se ignoraba la legitimidad del Gobierno Estrada, quien protestó. Su protesta, sin la fuer:za para respaldarla, se per– dió en el vacío. Así pasaron los meses, El Licdo. Esrrada había huido a Honduras Y no fue sino hasta que se consiguieron las promesas de ayuda de los gobiernos cenfroarnericanos que se decidió volver a Nicaragua. Esto lo hizo a fines de Junio de 1856. En Somotillo instaló su Gobierno basado en una muy dudosa legilirnidad. Allí supo de la dual política de los Gobiernos centroamericanos, quienes le ofre– cían ayuda por un lado y por el otro reconocían al gobiernm Provisorio de Don Pa±1icio Rivas. "Se de– dicó a escribir día Y noche largas cadas a Carrera, Dueñas y Mora, y a los Ministros y hombres influ– yentes de Centro América. En ellas procuraba de– mosirar con la fuerza de la lógica y con el calor de la elocuencia, los males que la República iba a re– cibir reconociéndose al Gobierno de don Patri– cio .. " lOan Jerónimo Pérez, op. cit.)
Una de esas cadas, una de las úlfimas que qui– zás escribió el Presidente mártir, fue dirigida a don Francisco Oriega Arancibia, el 11 de agosto de 1856. Esa caría aparece íntegra en esta Antología. En ella se plantea todo un problema histórico. El Dr. An– drés Vega Bolaños lo plantea así: "A cual acción de arm.as se refiere'? Porque él cuenta que el 2 de agos– to de 1856, veinticinco legitimistas derrotaron a ochenta Yankees, titulados "invencibles". Así en subrayado. En dónde'?" Tienen la palabra los es– tudiosos de nuestra Historia.
El Gobierno Provisorio se impuso la tarea de eliminar al Gobierno de Estrada, y dió orden al ofi– cial Anastasio Chávez para que apoyase un asalío a los individuos que componían el Gobierno Legí– timo
El 13 de agosto de 1856 el Presidente Estrada fue asesinado. "Así terminó la vida de este hombre ilusire, que, nacido en la miseria, y del origen más oscuro, llegó al más elevado puesto por su gran ta– lento, por su saber, honrade:z y patriotismo." (Pé– rez, op. cit.)
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