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" ...un día de tantos, sin despedirme de nadie sino de

mi esposa..."

A este viaje se agregaron don Mariano Zelaya y don Eulogio Cuadra.

Resuelfo ya en Granada el día de la par– fida enviarnos a Rivas a buscar a un baquiano que estuviera li~to para conducirnos de Rivas a La Cruz, Costa Rica. En Granada ya tenía– mos lisío el que nos llevaría a aquella ciudad.

El recorrido lo hacíalnos de noche, des– cansando en el día. Una vez llegados a Rivas, nos hospedalnos en la hacienda de Don Nar– ciso Argüello, donde adlniré las pilas enormes que se usaban en la preparación del añil. Al caer la noche continualnos el viaje con Grillo, lnÍelnbro de la falnosa falnilia de baquianos. En las primeras horas de la mañana del siguiente día estábamos en el Río de las Vuel– fas, y cuando el baquiano nos dijo que ya estábamos en ±erriíorio costarricense, en el desayuno nos tOlnamos un buen trago de licor, celebrando así el gozar de los aires de liber–

tad. Ese fraga debido al estado de debilidad

y de cansa~cio, mareó fuerfelnente a don Ma~

riano Zelaya, quien era abstelnio, por lo que lo esiuvimos bromeando por un buen raio.

Ya en La Cruz no tuvimos dificuHad al~

guna y continuamos J:?;uesiro viaje hasta Li– beria, para de allí salir hacía el puerto del Be– bedero, en el Golfo, para embarcarnos para Puniarenas.

De Puntarenas nos fuÍlnos a San José don– de estuvimos algún tiempo mientras esperá– bamos carlas de mi papá, quien esiaba en Bo– gotá, Colo:mbia, a donde había ido a visitar al Presidente don Rafael Reyes, con quien él te– nía muy buenas relaciones desde sus estadías en París, y en quien él confiaba tener algún apoyo para derroGar la Dictadura de Zelaya.

Según carías que recibirnos de mi papá, unas fuerzas colombianas serían enviadas al Isimo en los últimos días del mes de Octubre o primero de Noviembre, y se nos informaba que esías fuerzas nos darían los elementos necesarios para poder nosoiros operar en Nica– ragua.

En cuanto tuvimos esa información, re– solvimos irnos a Panamá y el mismo día que esas fuerzas mencionadas llegaban a Colón, llegábamos también nosotros, de modo que las vimos desembarcar.

Nos llamó la a±ención' que había lnucha gente de Panamá presenciando el desembar– que, y que a aznbos lados del puerfo estaban anclados varios barcos de guerra americanos. Pudimos apercibirnos taznbién de cieríos ru– mores que znencionaban una conspiración pa– nameña.

Por eso, cuando el Alcalde de Panamá invi±ó al Jefe de la$ Fuerzas Coloznbianas pa– ra un festival que le tenían preparado en aquella ciudad, comprendimos que se trataba de un ardid para separar a los jefes de sus fro– paso Efecfivaznenfe, esa misma noche del fes– tival se supo en Colón, como a las once de la noche. que los jefes militares habían sido apre– sados en Panalná, y que en esia ciudad se ha– bía iniciado el movimiento desconociendo a Colombia y proclamando la República de Pa- ,

nama.

Recuerdo que en el mislno ho:l:el en que estábalnos hospedados, se encontraba tam– bién corno Delegado colombiano, un Senador de apellido Dubarry, que me recordaba a mi Profesor Dubarry, de Nicaragua. Este Delega– do se dio cuenia que nasoiros éramos nicara– güenses simpatizantes del Presiden:l:e Reyes y poi" él esluviznos al corrienie de lo que estaba pasando. Cuando tuvo noticias de lo ocurrido se abatió tanto que no sabía qué hacer, aunque a rní me parecía que si él hubiera enviado un mensaje a las fuerzas en Colón, ésias hubie– ran podido llegar a Panamá y desbaratar el incipiente movimienío.

Pasada la proclamación de la República de Panamá y viendo que nada íeníalTlOS que hacer allí, resolvimos irnos a Guatemala, a pro–

curar en esa República, conseguir el apoY9

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