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« Previous Page Table of Contents Next Page »ción deliberada del circulante y una restricción gene· ral de los crédifos. Para nuestra desgracia, la xneclici– na ha sido peor que la enferxnedad. Desde en 1940 el Dr. Max nos había prevenido contra esta continuación de sucesos. inflación, deflación, reducción de las acti– vidades productoras, crisis, desempleo, xniseria. Key– ne!!. dice q~e la deflación es la xnano xnuerla del pasa– do;' favorébiendo a la clase renfista y retardando la producción de riqueza del empresario. , Lo que hace veinte años fue un simple pronóstico es ahora una triste realidad. Las xnedidas defIadio– nistas son conocidas por todos
I congelación de los de, p6süos previos para imporlación de mercaderías, au– mento de las reservas de caja de los Bancos (encaje legal); plazos muy corlos para los créditos comercia– les e industriales, prohibición de prórrogas o renova– cioneS; reducción en el volúmen total de dichos crédi– tos, reducción de los redescuentos de los Bancos priva– dos en el Deparlarnenfo de Emisión, etc. Es decir, la defIa'ción monetaria y crediticia, que ha traído al país la paralización de la xnayor parte de sus actividades económicas.
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Si la enumeración de las causas, directas o indi– rectas, de ia crisis econ6mica es una tarea relativa· mento fácil, no resulta lo mismo el encontrar, de bue– nas a primeras, una solución o fórmula para conjurar– la. No -podernos, sin embargo, contentarnos con un simple pronunciamiento crífico. se hace necesario es– bozar una soluci6n a los problemas planteados, así sea dé un modo general y escueto.
En ese modesto plano creexnos que Nicaragua neo cesita con urgencia para su recuperación económica: a) Estabilidad política, que permita la restaura– ción de la confianza en los negocios, coxno requisilo primordial para increxnentar la inversión de capital, ya sea nacional o extranjero.
b 1 Una política fiscal y económica tendiente a disminuir, en la rnedida de lo posible dentro de un sistema de propiec;iad privada, las enormes diferencias de fortuna entre sus habitantes.
c 1 Una redistribución de las partidas del Presu– puesto Nacional, corno medio efectivo de comenzar una era de austeridad republicana. Disminuir todo lo superfluo y parasitario dentro del presupuesto y au– meniar en forxna sustancial las partidas destinadas a Obras Públicas, Educación, Asistencia Social y Salu– bridad.
d) Abjurar de la nefasta política de deflación que implica un doble xnal: redistribuye la riqueza de manera arbitraria e impide también la creaci6n de nueva riqueza al originar el paro.
e) Intervenci6n moderada y moderadora del Es– tado en el proceso económico, que, sin las aberracio– nes colectivistas y socialisfas, permifa establecer un mundo de pequeña!> y medianas empresas y de com– petencia honesta y leal.
fl En síntesis generali~adora, un sistema de Jus. ticia Social Cristiana, que, dando al trabajador el trafo digno y preferenci~l que l~ corresponde, no desdeñe los beneficios que aporla el capital. En otras palabras, el establecimiento de un NEO-CAPITALISMO, qué co– mo dice un autor francés, "no podrá perder su fecun– didad si sabemos aplicar a su superaci6~ el espíritu de innovación que ha asegurado su crecimiento".
UNA ANECDOTA DE LOS HOMBRES DE AQUEL TIEMPO
El Presidente de la República don Fernando Guzmán (1867-1871) depachaba en los bajos de la Ca– sa de Corredores, hoy Palacio Nacional, como ara en la época de los 30 años, aún en la primera adminis– tración del General Zelaya.
Don Fernando y su esposa doña Fernanda Selva, acostumbraban poner en el escritorio del despa– cho, un montón de monedas para darlas de limosna el día sábado, a todo pobre que llegara ese día, de lo que el oficial de guardia estaba avisado con el fin de que no pusiera obstáculo en la entrada, a los vi– sitantes proletarios del sábado.
El ilustre doctor Máximo Jerez era de vestir humilde, no usaba corbata en el trajín diario, ni se
preo~upaba por afeitarse, solamente en los casos extraordinarios dEl fiestas oficiales, recepciones, asisten– cia al Congreso, etc. Un día sábado se vino urgentemente de León a Managua el Dr. Jerez, a conferen– ciar algo importante con el señor Presidente Guzmán. Como a las dos de la tarde el viajero desembarcó de la diligencia -no había ferrocarril- diligencia que hacía su estación bajo la sombra de un gran árbol de guanacaste, frente a la casa de don Federico Solórzano, orilla occidental de la plaza pública.
Jerez cruzó la plaza prestamente y entr6 a Palacio, en cuya entrada el oficial formó la guardia e hi– zo el saludo militar al ilustre visitante.
Quiso la casualidad que en la oficina no estuviese en ese momento el señor Presidente Guzmán, sino solo doña Fernanda. Esta señora sabía quién era Máximo Jerez; pero no le conocía personalmente. El visitante dio las buenas tardes y pregunt6 a la dama por su Excelencia el señor Presidente. Doña Fe... nanda contestó algo, tomó una moneda del escritorio y se la alargó al presunto limosnero. Don Fernando que en su aposento ya había oído la voz de Jerez, salió pronto y pudo darse cuenta del desaguisado de su esposa.
Pero niña, qué estás haciendo, que no ves que es el Dr. Jerez, nuestro gran amigo que viene a saludarme.
Doña Fernanda, avergonzada, dio sus explicaciones y luego celebraron aquel incidente como una broma social y pasajera. -
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