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muy alto en su favor. Estaban acostumbrados a manejar los instrumentos de agricultura para cultivar la tierra} pero no a desenvainar el sable y disponer un hecho de armas. La acción de La Cuesta pone fin a un período de nuestra historia y da principio a otro diferente y es bien sabi– do que de un período a otro los pueblos cambian, lo mismo que las instituciones y las ideas rei– nantes. Así la Grecia de las Termópilas no es la misma de Cinocéfalos, ni la de Salamina se

parece a la de Corinto, incendiada por Mummio". Pero prosigamos nuestro relato.

Así que hubo ingresado a la Capital el Gral. en Jefe después de la derrota, se dispuso la desocupación de Managua, y la traslación del Gobierno a Masaya.

Un tren del ferrocarril fue encargado de recoger todas las armas y municiones de guerra existentes; y a mí, que permanecía Em la Mayoría General con un pequeño resguardo me fue– ron entregados veinticinco mil pesos para llevarlos a la Administración de Rentas de Granada. El señor Presidente y los Generales se encerraron en una de las habitaciones del interior, segu– ramente para discutir un nuevo plan de campaña en vista de los últimos sucesos.

A eso de las cuatro de la tarde se me ordenó trasladarme al tren con el dinero que es– taba bajo mi custodia. El pequeño resguardo que tenía bajo mis órdenes se des/:;Jandó en ese momento, y los soldados fueron a incorporarse a las Compañías qúe habían llegado de La Cues–

ta. Yo tuvo que salir llevando sobre mis hombros el cajón de billetes. El tren se hallaba junto

al Templo de Candelaria. Todos los carros estaban llenos de soldados que continuaban dispartm– do sus rifles. El carro destinado al Sr. Presidente estaba cerrado con llave. Yo pude penetrar en

él con mi cajón de billetes. Más tarde llegaron el Señor Presidente con sus ministros, los Ge– nerales del ejército y algunas personas notables, como el Dr. Adán Cárdenas.

Todo el viaje se hizo sin otra novedad que un ligero contratiempo en Sabana Grande co–

mo de media hora, durante el cual estuvimos oyendo los cañonazos que se cambiaban el vapor Progreso, que se dirigía a Tipitapa, con otro de la revolución, que lo perseguía.

Llegamos a la estación de Masaya a eso de las siete de la noche. Allí estaba esperán– donos el Gral. Montiel con unos cincuenta rameños escogidos. Hizo bajar de los carros a los sol· dados que iban con nosotros y forlYlar frente a la estación; y luego penetrar en Masaya mar– chando al compás de un tambor, hasta llegar a los cuarteles que les estaban preparadf)s.

El Gral. Montíel, así que recibió después del medio día el tren que había pedido por la mañana, partió para Managua con la esperqnza de llegar a tiempo de tomar parte en la ac– ción. Antes de llegar a Sabana Grande encontr'i5 un grupo de fugitivos, a quienes hizo prisione–

ros creyéndolos desertores, no prestando fe al dicho de éstos, de que iban derrotqdos. Pero pron– to tuvo que inclinarse ante la realidad del desastre: el pueblecito de Sabana Grande estaba hir– viendo de derrotados. Regresó inmediatamente a Masaya y tomó posiciones en La Barranca, es–

perando ser atacado de un momento a otro, pues imaginaba qve los revollicionqrios triunfar– tes irían tras de los derrotados para no darles tiempo de reorganizars"e. Ensegqida tuVo noticia por un telegrama que el Gobierno se trasladaba a Masaya.

A eso de las once de la noche, el Señor Presidente convocó a los Generales, a los miem– bros de su Gabinete y a algunas personas más para una reunión en una de las habitaciones del Hotel Ascárate. Yo asistí a esa reunión.

Una vez que todos estuvimos reunidos, el señor Presidente hizo una relación sucinta de los últimos acont¡;;ocimentos, expuso con claridad la situación, .y piclió a los Generales consejo de lo que debía hacerse. "

El Gral. don Eduardo Montiel dijo más o menos lo siguiente:

"Considero la situación sumamente grave. La pérdida de la Capital es un golpe muy du– ro que ha recibido el Gobierno; pero todavía podemos luchar, y talvez convertir en triunfo la

derrota. Tenemos actualmente La Baranca ocupada por trescientos rameños, con una oficiali– dad escogida; Tipitapa ocupada por ochocientos hombres al mando de un experto y valiente co– mo el Gral. Alegría; y Jinotepe con quinientos hombres, según informes del Prefecto don José

León Román. Esta es una magnífica línea de defensa. Fortalescámos/a lo mejor posible. Dis– ciplinemos nuestro ejército, y esperemos que nos vengan a atacar. Cuando nos consideremos

fuertes o haya una oportunidad, iremos a Managua a echar de allí a los revolucionarios."

El Gral. Vijil combatió al Gral. Montiel en los siguientes términos:

El Gral. Montiel no tiene todavía idea clara de la situación. Después del' desastre de La

Cuesta no sabemos quienes están con nosotros ni quienes en contra. Deberemos contar con la

lealtad del ejército de Alegría? Lo dudo mucho. La mayor de esos soldados son de Managua,

y a estas horas es posible que estén celebrando el triunfo de Zelaya. y los 500 de Jinotepe se– rán nuestros? Eso para mí es otro problema. Resulta de todo esto que solo podemos contar con 300 rameños, a los que no debemos sacrificar, que no otra cosa sería esperar el ataque de un ejército grande, que viene enorgullecido por sus pasados triunfos. Mi opinión es que debemos reconcentrarnos a Granada. Proceder inmediatamente a la construcción de trincheras. Ese nú– cleo de 300 hombres bien disciplinado lo creo muy importante para fa reorganización de esfe_

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