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· . ±'lan en negarse, por' 10 que ordené ellos 1nS1S 1 d' d t que desOcuparan una ce.sa Y os man e. e e~

ner en ella, ianio para esperar. que cambl':lran de parecer, corno para su ~isma segur: dad personal y así evitar que algulen los ';lliraJara. Estos Munícipes persistieron en su ach~ud y no fue sino hasia muy tarde que, parclalmenie fueron dando sus declaraciones f':lvorables, reÍa.s uno de ellos Abraham Cruz, slempre se negó. A esie no Ío puse en libertad sino. dos días antes de que perdiéramos el vapor Vlcio-ria. , . .

Después de unos pocos dlas de IncurSlO-nes y reconocimientos por la Isla de Omeiepe, dispusimos mandar ~ ~~ de Zal?at.era a aiacar a una pequeña guarnlclon que u1±~mament~ ha– bía enviado el Gobierno a estaclonar allí. La captura de esta guarni~ión nc:>,ofreció ninguna dificultad, porque esta lnCurSlon la man~~mos

de noche, en el Vicioria. Toda la operaclon .se realizo sin obstáculos, llegando hasta la. caslia de la finca del Dodor Emilio Alvarez LeJarza. , Nuestra estadía en Moyogalpa iba tenien– do el éxito deseado. Cada día veíamos aumen– iar el número de armas de la Revolución, por– que el Victoria no cesaba d,,; recogerl.as en la distintas incursiones que haclB a los dlfe~entes

punios del LagO. Todas l~s embarc8;clones, grandes y pequeñas, las teulamos re';lnldas en el puerto de Moyogalpa, que ~or clerto pre– sentaba un paisaje gracioso y pInioresco. Por oíro lado coniinuamente noS llegabe.n refuer– zos, amigos de lugares ribereños como Chonia-lés, Rivas y oiros silios. ."

En uno de esos viajes del VlctOrla dlspuse ir yo mismo a recibir a varios amigos que lle– gaban de Managua. eníre ell?s Vicente Alvarez y su herI\1ano Miguel. el vallE~~ie gener~l Leo– cadio Morales el afamado ar.1íllero Jesus Ara– gón y S1.l he~ano Gabriel. Con éste me anun– ciaron la próxima llegada de don Fernando Solórzano¡ del indomable, luch?-do~ contr?- l.a tiranía de Zelaya, don Jose Mana S;tlva, marhr

que fue más farde victima de torroras, y que con ellos llegaría también otro importante con– servador, don Juan Manuel Doña.

En ese viaje recuerdo haber corrido grave peligro de perde: l~ yida o de ser capiurado, lo que hubIera slgnifIcado lo mismo. Sucedió que a causa de que confundimos en la oscuri– dad de la noche la isla de "La Calabaza" por la costa firme de la hacienda "San Pedro", que era el lugar donde siempre recogíamos a los que llegaban de Managua, y creyendo que estábamos desembarcando en esia costa lo hi– cimos en la isla antes mencionada, de lo que no nos diinos cuenta sino hasta el amanecer.

Para comunicarse de esia isla con tierra firme, es necesario airavesar un trecho como de trescientas varas, de aguas no muy profun– das, por lo que resolvimos hacerlo a pie. Al

l~do de la costa no se veía nada que se nos hi– Clera sospechoso, mas ya en el agua y habien– do caminado un buen trecho, recibimos des– cargas iras de~cargas que venían de la cosía de las tropas enemigas que estaban ocuHa~

deirás de los árboles.

Esto nos hizo volvernos rápidamente a en– moniarnos en la isla, mas yo venía un poco rezagado, y no pudiendo correr tan ligeramen– ie corno mis compañeros, y iemeroso de recibir un balazo, se me ocurrió echarme boca abajo sobre la arena dando la impresión de que es– iaba muerto. cesa.ndo con eso los disparos.

Ya de nuevO junios iodos, comentarnos la estupidez del que comandaba aquel grupo de soldados enemigos, porque, a quién se le ocu– rre disparar tan anticipadamenie cuando hu– bieran podido capturarnos a iodos si nos hu– bieran dejado acercarnos y entonces ponernos manos arriba? Una vez más afirmamos nues– ira creencia en Dios que nos salvaba de una muerte segura.

Embarcados por fin los amigos que de Ma– nagua llegaban a incorporarse a la Revolu~

ción, volvimos en vapor a Mayogalpa donde

El Victoria ViejO barco' en BU época de esplendor.