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no en que habría de circunstanciarse. para siempre, su más alia gloria.

Pero, el descubrimiento de América no significó para España, únicamente, la parte material de exten– der sus dominios allende el Atlántico, sino la de trans– plantar a estas tierras fecundas las esencias de su propia culiura.

Consumada la etapa de los descubrimientos, apa– reció el conquistador que echó en la lierra finne ame– ricana la simiente benéfica de un nuevo orden de co– sas y de sistemas; al lado de Hernán Cortés, Pizarra, Almagro, Jiménez de Quesada y de los otros ilustres capitanes de la epopeya de la conquista, iban el sa– cerdote y el misionero católico que conquistaban al– mas para Dios y suavisaban las asperezas naturales del poder militar.

"Resumir el papel de las diversas órdenes religio– sas en la obra de conversión y doctrina, equivale él

r~eñar el aspecio más interesante de la civilización americana. Cada clima, cada grado de civilización in– dígena recibió los beneficios de la evangelización en forma diferente. En esta empresa ±rabajaron con todo tesón: los franciscanos, los dominicos, los agustinos, los jesuífas".

La <;>spada y la cruz conquistaron y colonizaron a la América. La obra civilizadora de España es una labor cumbre en la Historia... , pUGS los españoles no sólo construyeron ciudades y levantaron templos, sino que también abrieron escuelas y fundaron Universida– des, en las cuales se forjó una raza que al correr del Hempo dió una Sor Juana Inés de la Cruz, un Caldas, un Bolívar, un Daría...

Con sobrada razón ha dicho el gallardo historia– dor norteamericano Charles F. Lumn.is: No sólo fueron los españoles los primeros conquistadores y coloniza– dores, sino también los znejores civilizadores del Nue– vo Mundo.

y don Juan Montalvo en un arranque dG justicia cuando dijo:

"Españal ¡Españal Cuánto de puro hay en nues_ tra sangre, de noble en nuestro corazón, de claro en nuestro entendimiento, de lo tenemos, a te lo de– bemos".

No se puede, ni se debe hablar de la gigantesca

empresa civilizadora desarrollada por España en Amé– rica, sin dejar de mencionar los nombres benemérilos de Fray Juan de Zumárraga, el introductor de la pri– mera imprenta en el Continente Americano, de don Vasco de Quiroga, el amado "Tata Vasco" de los fie– ros indios tarascas de Michoacán, a quienes redujo a la obediencia de la autoridad real por los medios pa– cíficos de la persuasión y del ejemplo, encauzando sus vidas indolentes por la senda del trabjo y la vir– tud; del Padre Motolinía, el pobre; de Fray Pedro de Gante, del Obispo Francisco de Marroquín y de toda la pléyada de humildes grandes hombres que la Divi– na Providencia en sus designios inescrutables, lanzó como semilla de mansedumbre y caridad por tierras de América; y para los cuales los hombres que sabe– mos hacer justicia a quien les merece, elevarnos en nuestros corazones un aliar a su memoria, como sim– bolo de reconocimiento y gratitud imperecederos.

y por más que se pretenda desvirtuar la obra culiural de España, ahí están como testimonio elo– cuentísimo y eterno, las sabias Leyes de Indias, mo– numento jurídico de legislación colonial, jamás igua– lado y mucho menos superado por pueblo alguno de la tierra.

Por ellas se prohibió la esclavilud, se proclamó la liberlad de los indios, se les prohibió hacerse la gue– rra, se les brindó la amistad de los españoles, se re– glamentó el régimen de las encomiendas, institución que reguló la convivencia entre españoles e indios, se instituyó la instrucción y adoctrinamiento de los indios como principal fin y deseo de los Reyes de Es– paña, se prescribió que las conversiones se hicieran voluntariamente y, en una palabra, se fransformó la conquista de América en difusión del espíritu cris– tiano.

Consagramos, pues, en este día toda nuestra de– voción a España, a esa Nación de un enorme pasado, que será grande siempre que sus hijos así lo quieran. Y, para concluir exclamemos con nuestro bardo inmorlal.

¡Inclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda espírilus fraternos, luminosas almas, salvel

Todas las ilustraciones de este artículo proceden de

u Americae" obra copilada y publicada en cuatro volú– menes por Theodoro de Bry, Lieja (1594) que pertenece a la Ayers Col1ection Newbeny Library, Chicago.

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