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voz y PROMESA DE LA UNIVERSIDAD

EN LA CRISIS ACTUAL DE LA CULTURA

INTRODUCCION

EDGARDO BUITRAGO

La crisis aciual de la culiura nos obliga a meditar sobre lo que bien podernos llamar "el senfido históri– co de la Universidad", ¿Qué nos dice?.. ¿Qué signo encierra en su propio ser la Universidad?,.. ¿Qué pa– labra, de vida o muerfe, guarda para nosofros esta gloriosa Institución, cuya existencia es la expresión más auténtica del intenso y profundo drama de Euro– pa?

Dos conceptos inseparables se presentan ante nuesfra inquietud investigadora: "Europa y la Univer– sidad". Procuraremos, pues, fijar y determinar los alcances en que tornaremos en este pequeño ensayo cada uno de estos dos conceptos.

Enfendemos por "Europa", no la simple realidad geográfica o continental, sino esa recia y vigorosa unidad histórica y cultural, esa "vidriosa y magna invención humana", -corno la llama don Pe4ro Laín Enfralgo-, cuya afirmación de universalidad la hace frascender fado sentido territorial. De esfe modo, Europa es todo cuanto e.s "su cultura". O lo que es lo :mismo: Europa, corno "invención", es la cifra inter– pretativa de todo cuanto llamarnos "Cultura Occiden– tal-Cristiana", Es ese sentido de vida que la realizó corno invención, ese espíritu de afirmación histórica que confirió, precisamente, a la Historia el doble y irascendenfal carácter de continuidad y de universali– dad en el que la Cultura ha llegado a ser vital. Denfro de fal concepto, reconocernos y afirmarnos en lo americano, - y más exactamente en "lo hispa– noamericano"-, una modalidad de lo europeo, una corno nueva encarnación de ese espíritu de síntesis y de afirmación universal, un corno reflorecimiento de

lo occidental-cristiano, por virtud de lo tradicional hispano-católico y de lo· virginal indígena, que llega casi a hacerse exigente sobre la fraición que los pro– pios pueblos de Europa han llegado a hacer a lo euro– peo.

En "la Universidad" a su vez, creernos encontrar el signo propio y característico de Europa. Por la profundización de su existir histórico, en efecto, llega a palparse en toda su plenitud y su realismo la san– grante vena de Europa... vena rota, corno de intención suicida, en el dolor y en la angustia de la hora pre– sente de negación, pero en la que hay algo, -un algo de inmortalidad-, que la hace sobrevivir y confiar aún en su propia vitalidad.

Para el mejor logro de nuestros propósitos hemos juzgado conveniente examinar primero los propios orígenes de Europa y de la Universidad, para confron– tar después ambos conceptos en un solo entendimien– to de realización histórica, ante el momento que hoy vive la Cultura. Con 10 que nuesfro plan de desarrollo comprende tres parfes: Primero, en la que se fratan de identificar los elementos creadores y afirmadores de Europa, así corno el surgimiento y formación de la Universidad¡ segundo, en la que procuraremos des– cubrir, sobre los lineamientos propios del proceso universitario, -especíal:rnente de nuestros días-, los síntomas que caracterizan y distinguen a la crisis ac– tual de la Cul±~a¡ y tercero, en la que es nuestro propósito desenfrañar, dentro del especial significado que ante nosotros cobra la Univl3rsidad hisp~nica ese "mensaje" en que creernos lisfar cifrado el ser y el destino de Hispano América.

PRIMERA 'PARTE

LOS ORIGENES DE EUROPA Y EL SURGIMIENTO DE LA UNIVERSIDAD

La Raíz en el liempo

Una simple asomada al período que corre enfre los siglos V y XI de nuestra Era, no pasaría de encon– frar ligeras transformaciones, fuera del derrumbamien– to político del Imperio Romano. Pero una observación atenta, profunda y serena, tendrá que encontrarse, indefectiblemente, con toda una serie 'de grandes y trascendentales InOdificaciones, de potentes y vigoro– sos fransvasamientos culturales, -por mejor decirlo-, de cuya integración resultó esa maravillosa síntesis, esa recia y decisiva Unidad Histórica y cultural de EUROPA.

Allí, en donde el paso viciorioso de unos pueblos llamados "bárbaros'" quebrantaba la cabeza de una Roma decadente, el espírüu genial y creador del Cris– tianismo supo hacer, de un choque violento de cultu– ras, todo un espléndido renacer de nueva vida. Pasando por sobre detalles insustanciales, es pre-

ciso reconocer, en lo general, lo que significó para el mundo esa irrupción del norie europeo, -, mas pro– piamente de los pueblos germánicos-, sobre el anti– guo tronco greco-latino. Y, sobre todo, lo que signifi– có en ese momenfo el Cristianismo, corno fermento de recreación, como aglutinante de unidad. Es innegable que el Cristianismo, al penetrar y al reventar glorioso dentro del Imperio Romano, con todo el vigor y can todo el signo de "promesa" del judaísmo, supo con– servar en sí foda la vieja y fecunda fradición greco– latina, sentando, de esfa manera, sobre el mundo, un nuevo y trascendental sentido de "continuidad" y de "universalidad" de la cultura. El concepto cristiano de un Dios' único y común para fados los hombres, sin distinción de judíos ni de samaritanos, ni de gen– tiles ni' romanos, abrió por los caminos de la Evange– lización un nuevo concepto de exiensificación y de integración de los pueblos. La evangelización no es

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