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(NOVElITA DE COSTUMBRES)
Granada,
Granada, 15 de enero de 1890.
Querido Carlos:
l-le regresado a Nicamgutl, después de ocho años de ausencia; he vuello de los EsCados Unidos y Europa, donde gasté en esa vida Iieno cla calaveradas que a tí te encanta, parle de ltl fartuno ele mi excelente tío el señor Cura N, mejor (:icho, ele mi fortuna, pues sabes que yo soy su úníco heredero.
En medio de los placeres Cjua la i iqueza propoJ'o ciono, créeme, Carlos, sk,mpre te he tenido presenle ¿Cómo olvid(lf al amigo do colegio, al confielenle? Esa vituperable unti¡)(Itír.s entra leoneses y gronCldinos no lel
hcmo~ s::mtido no~01rcs. l'ú, hijo del democrático León, y yo, de lu soberbio V cr{lullosa 5ulv(1I10 del Gran Lugo, hemos sido y seremos amigDs, porque tú, antes que lao– nés, eres Cil11igo, y yo, antes que gremndino, soy amigo IClmbión. Pero no hablemos de esto. Te he clidlD que estoy
OCl Gr¡;mm:la, V le lo repito; si puedes vel1ir el abra:wrme, ven.
!>uponyo 'lue querrás stlbor [o que ha sido de mí duranté los' ocho Clños que he os1ado en el ellteríor, y
todo te lo contmé. Pe. fihor(l te digo solamente que
tillé! no hke !t, último CI:I IcNe I(1<'21'.1. Joven aún, por qué? En Páris estuve a punto tle clarle mi mano a una linda y traidol'Cl fl flncesa; pero esto te lo referiré des– pués.
Mi tío d Curo ~J. WclCl veZ mtÍs encantado de nlí; dice que soy un joven fO¡¡~1Ul, que tengo talento y que hené buen us" de 10$ doscientos sesenta mil p0S0S que me dejorá. i Doscientos sesenta mil pesos! Sí, amigo: doscientos sesenta mil peses, resultCldo de cuarenta y
cuatro cHos ele misas, matrimonios; responsos, salves, etc. ¡Qué destino el ele l(ls cosas humanasl Dominus vobiscum, UI1 pese> para mí; OretO, hermanos, quince pe.
sos pura mI; per omnia secula seculórum, veinte pesos para Alberto, el sobrino del señor Cura N. Amigo, soy furibundo clerical, porque tengo un lío sacerdote a quien heredaré ¡Vivan los clérigos!, pero los clérigos que me dejen su fortuna. Por esto razón yo nunca 105 atClcáré,
y (reo que el día que todos los escritores sean sobrinos de curas ricos; lOse día, Corlos, no se leerá en los perió– dicos palabra alguna contra los Ministros de Jesucristo. No te escribo más, porquc ensillada !ne espera la bestia en que partiré a Nelpa, una de las fincas de mI tío, a traer a Carmen, mi prima Cormen.
Tu amigo,
ALBERTO
"
Querido Carlos:
Recibí lu carta en la que me preguntas quién es Carmen. Voy c;I satisfacer tu curiosidad; y para que
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no hagas malos juicios, te advierto que Carmen, mi pri– ma, es la promotidr¡ de Ernes~o, aquel muchacho con
tllJi.,n te lliste dI! coscorrones en el colegio ele don Nico– iús
C"rmen, mi prima, es una guapa joven: diez y ocho
Clfios, 1rigueña, pelo negro, crespo y abundcmtp., carita Icelando, 110ca pequoña, nariz perfecta, ojos lindísimos,
mús cilio que baja y m{,s gruesa que delgada. Toda la !Jl(lciCl da mi pril\1tJ esl'él en su tierno mirar y su dulce soonrelr que trastornan iAh, zamarro ele Ernesto! Có– mo te vos a dar guslo ... !
l\ eaH'llon la Ileman en el barrio la sobrina del Cura N, !Junque bien se sabe que no lo es. Tampoco yo soy primo de ella, mas la considero como a una her– meml, lf con razón: nos criClI110S juntos, nos quisimos mucho cuando niños V me parece que ahora nos que– lemos
En mi carla (mlerior te elije que iría a Nelpa a traer
el Cmmen, quien se encontraba allél con Marcela, vieja criada ele cOl1ficnza. Pues bien, fui.
IltlbírJ preguntado antes por Carmen y mi reveren· do tlo me había dicho:
-Eslá en Nelpe, y como sebe que ya eslás aquí, c¡uieve venirse. Irás tú a traerla. Carmen, sobrino, se (asará en julio.
¿Y por qué me cuenta eso, tío?-Ie replico. -¿Cómo por qué? Pdrque Carmen es de nuestra
casa.
-Ah!
--PUéS partes mClñanCl. -Corriente.
Así es, mi querido COl10s, que voy a Nelpa. Car– men se (,1rroia en mis brazos.
-¡AI!Jell'o, primo míol, me dice. Ocho años sin verte! Va 110 volverás a irle, no? -Yo no; tú sí te irás, le contesto
-Yo!
-Sí, en julio. Pónese encendida.
-¿V quién le lo ha conlado?, me dice. Nuestro tío? -Nueslro tío.
-¿V conoces a Ernesto? -le conozco. -Te gusta?
-A mí? ningún vClIón me gusta, Carmen. Seré mujer acaso!
-Eres siempre el mismo, Alberto, pero dime, te gustan... ?
-Hola! ¿Curiosa y preguntona? Vamos, sentémo– nos; después hablaremos de eso.
-La mesa está puesta, dice Marcela. ¿Trae ham-bre el señor?
-Mucha. A comer, prima -A comer, primo.
Dos horas después salimos de Nelpa para Grana– da, Carmen, Marcela, Julián (criado) y yo.
-Señores, les dice Carmen a Marcela y el criado,
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