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El Duende Rojo (Fernando Gorda) nació en Gra– nada, detrás de la Iglesia qe San Francisco, y como

dice él mismo, "desde ese momento (co;amba, qué ligero!) -pensé que mi existencia sería tan "frega– da i

'_ que hasta los mismos Santos me daban el

trasero" Sin embargo, dé tan I(¡Qubres auspICIOS,

surglO un joven inteligente que tuvo buen éxito en la

vida, /legando con su pluma d labrarsé· Un porvenir sonriente, como humorista "que al mundo hacía reír

PUES bien, nuestra VieJa, llamada Teresa, era una hembra recta de una sola pieza, ide una sola pieza, por su vida austera! Mas si he de contarles con toda franquezo, ero de dos piezos, porque la vieja esa tenía una pierna de buena madera.

o ero de tres piezas, ya que de un trancazo rompiéronle el brazo, poniéndose el brazo de oluminio y corcho, los dos excelentes; o era de cien piezas, porque paso a paso, le fueron "supliendo" toditos los dientes ...

Teresa mandaba con garbo y arrojo, su VO% ero una orden, otra orden su ontojo pues, como decían, tenla un gran ojo,

y digo "un gran ojo" porque ella era tuerta

A pesar de todo, la vieja Tereso un hijo tenía, (por cierto otra "pieza"), el cual exclamaba:-Mi madre, sin mengua si no tiene pelos sobre la cabe%a, tampoco los tíene, la pobre, en la lengua

Es hora de almuerzo.. Llevan de repente un huevo "pClsado", más que maloliente... El hijo le dice:-iNo quiero "esa cosa'" Entonces Teresa contesta furiosa: -¡No sea exigentel

Y, cogiendo un palo prosigue rabiosa: -Escoja ahora mismo ¡pero libremente! entre el huevo, ese que no huele a rosa, o aguantar trancazos inmediatamente!

El chico del susto, quedó como nuevo, miró de su madre los bravos arrojos, cerró los dos ojos

y de un sólo sorbo se tragó aquel huevo.

Así muchas veces, según he sabido, le sucede al Pueblo: Quien lo ha comprimido "agarra" un garrote de palo excelente y le dice: "Elige pero libremente'" iO tragas el huevo que nunca has querido o aguantas trancazos inmediatamente! Y así es cómo el pueblo traga muy prudente, cerrando los ojos, el huevo podrido!

En ••Jocote Dulce", pobre cacerlo,

pero muy piadoso, muy manso y muy pío, la Semana Santo fue algo extraordinario, porque pudo verse la pasi6n de un tío, que fue más sangrienta que la del Calvario:

Después de que Cristo, tras la últimCi ceno, daba a los Apóstoles su palabra buena, entre las delicias de guaro y tamales, vió que su señora (que era Magdalena), se perdió, con Judas, tros los motorrales. Cuando esa patraña J\lSús hubo visto se puso encendido, caviloso y listo; porque bien sabía, de manera cierta, qUe Judas debía besar sólo o Cristo,

y Judas... iquerío besar a Rupertol

-Bueno!- dijo el Monso- De tonto no sigo!

(Desenfunda el c.of'lo\ Y a todos les digo

que lo que es conmigo se los lleva él Diablo! iSino que lo dlgon SCin Pedro y San Pablo

y todo el que quiera romperse conmigo! San Pedro le dicé:-¡Piedad para ella! Entonces el Cristo, como una centella, contesta furioso: ,Cuernos no resisto! Al pobre San Pedro tira una botella y ollí fue, señores, la de Dios es Cristo:

Todos los Apóstoles, llenos de arrebatos, entre sl se agarran, cual perros y gotas; Juan le da (JI Maestro de la peor manera, y entre tantos palos, emprende ·cai'rer'a, buscando a los Guardias, el propio Pilatos.

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