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HOMENAJE

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RENE selIICR

GILBERTO BARRIOS

~ener et cortlzón ~l1Idido en oro;

JPr un tlmigo ¡rtlnco, de vprrltld.

ij enlregar Jín leJt!rv{/;j el IMoro de Me regio melal de Mi bondad.

r@er caballeto c/tat lo ¡lte (Íjaijal'do ij conio et ¡rancé.J "ombre cabtll, leJlllnía en AIt vida Mie gtlllardo ®on {[{}tdiofe det (Íjíen ij del @Jdetlt.

Con motivo de la reciente visita del Presidente Schick a la República de Israel, atendiendo a la gentil invitación ele su Pl'esiuente Shazar, habíamos pla– pleado ofrecel' a nuestros lectores la imagen de esa anligua nación que ha surgido en Estado moderno gracias a la visión profética y apostólica de Teodara Herzl y de la que tenemos mucho que admirar como ejemplo por su increíble desarro- .

110 lograclo por su deci–

dido empeño en hacer del desierto la Tierra Prometida de sus mayo– res, lejos de las humilla– ciones del "ghetto" y las amenazas del "pogrom". Mas aquel ordenamiento que con tanto recogijo teníamos planeado, se ha enlutado y las páginas

que ahora se presentan llevan el sello de la tristeza que ahOl'a nos invade por motivo de la muerte inesperada de nuestro Presidente Schicl< y la de nues– tro colaborador Gilberto Barrios, acon– tecimientos que nos han sumido en pro– fundo duelo.

Así aparece entremezclada con nostalgias: la visión pan~rámica de

rSl'nel en las páginas brillantes y vívidas de Herzl, en las expresiones de su Pre– sidente; en el excelente ensayo del Pro· fesor Moshé Lazar sobre Rubén Daría,

en los trenos de su poeta máximo

Bialil<, junto con la palabra mesurada de nuestro Presidente en su discurso de recepción a la Academia Nical'a· glíense de la Lengua y el trabajo origi·

nal, y póstumo ensavo, ele Gilberto Barrios, so– bre "Rubén Daría y los judíos", todo un canto

de cisne al cantal' de los cisnes.

Encuadramos en es– ta página, como modesta violeta conmemorativa, las dos pequeñas estro– fas que la muerte del

Presidente Schick inspi·

I'ara al poeta Gilberto Barrios, entonces Oficial Mayor de la Secretaría Privada, quien nos las trajo para su publicación, a nuestras oficinas, pocos días antes de su misma muerte,

quizás ya herido él mismo y sin sospe– char que en ellas dejaba un doble epi– tafio: el de René Schick y el suyo pro– pio, lo que con sentimiento hacemos en memoria de ambos,