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« Previous Page Table of Contents Next Page »esa. poslclon es in:l:omable, es:l:á muy fortificada y
bien atrincherada y la orden que :l:enemos es la de solo amagarla". Yo le repliqué: "Coronel Es:l:rada, le aseguro que esa loma está ya :l:omada, solo me fal– ta la úHima :l:rinchera de la cual es:l:oy apenas a unas :l:rein:l:a o cuaren:l:a varas para coronarla y ter– minar la obra". El Coronel Gus:l:avo Abaunza que estaba jun:l:o a él le insinuó la idea de que me diera apoyo y que si él IEs:l:rada I se sentía cansado y que no pudiera ir porque era algo impedido de una pierna, que le diera a él IAbaunzaI las fuer– zas que estaban allí, desocupadas, y así lo hizo Es– trada. Abaunza se vino conmigo a continuar la lucha para la foma definiliva de "El Obraje", lo cual sucedió corno yo se lo había asegurado al Co– ronel Es:l:rada.
Deseo consignar un hecho, a manera de anéc– do:l:a, de un Sargen:l:o: és:l:e, de mi compañía, me ha– bía acompañado duran:l:e :l:odo el :l:rayecto del com– bate, desplegando un valor inaudito, denodado, pero en es:l:a úl:l:ima e:l:apa fue :l:ocado levemen:l:e, in– significan:l:emen:l:e, por una bala y al sen:l:ir :l:al roce, me dijo: "Capitán, ya me hirieron". Lo examiné y ví que en el pómulo :l:enía una heridita :l:an mínima que más parecía un rasguñito o una rayita de la espina de alguna zarza y continuó peleando pero corno cinco minutos más :l:arde me volvió a llamar para decirme: "Capitán, :l:engo miedo, quisiera que– darme aq:i.lí". Yo accedí a su ruego, pues el calor de la lucha había pasado. Corno lo había previs:l:o, poco después de iniciado el comba:l:e, los leoneses abandonaron las úl:l:imas :l:rincheras y me dejaron dueño absoluto de la loma de "El Obraje", habién– dome :l:ocado en suerle ser herido en un dedo de la mano yo :l:ambién. Me llovieron felicitaciones de los jefes y de mis superiores por el triunfo y apro– veché ésto para pedir al Gral. Vásquez me conce– diera permiso para ir a Managua a curarme el dedo, pero el Gral. Vásquez me con:l:estó diciéndome que no hciera uso de ese permiso porque las tropas solo conmigo peleaban bien y estábamos en una zona muy peligrosa, pues nos aproximábamos a Momo– tombo donde el enemigo podía echarse sobre nos– otros.
No he ocupado más tiempo en describir la ba– :l:alla del Obraje a causa de que poco me gus:l:a exal– :l:ar el comportamien:l:o de las ±ropas que andaban conmigo y la conducta propia mía, pero la verdad es que lanl:o la acción de armas de Ciudad Darío corno la de "El Obraje" fueron dos acciones en que :l:uve figuración como Capi:l:án y que la de "El Obra– je" fue sangrien:l:a y que si obtuve el :l:riunfo fue por la energía que desarrollé para movilizar las fuer– zas de ataque hasta el ex:l:remo de no darles un mi– nuto de descanso en aquella ascensión en que íba– mos ganando palmo a palmo el :l:erreno en aquella larga al:l:ura que obligó al enemigo a perder un buen sistema de sus posiciones de atrincheramientos, co– municadas de unas a oiras por :l:eléfono. Por eso el combate de "El Obraje" mereció por varios días que la prensa del país y ceniroamericana se ocuparan de él, haciendo mención honrosa y meritoria de mí por la parle que desempeñé en ella.
IneideRle con Zelaya
Después de un ligero descanso continuamos la marcha para Momotombo, pero por órdenes de la Jefatura del Ejército nos detuvimos en la hacienda "California", lugar no muy distante del puerlo la– custre de Momotombo. Aqui fuí ordenado a tomar la línea de defensa en una extensión como de mil varas de dicho puerlo. Allí distribuí los trescien– fos hombres que se habían incorporado a mis fuer– zas, amarré mi hamaca de dos árboles y quedé ins– talado. Al siguien:l:e o dos días después de nues– tra estadía allí nos anunciaron la llegada de Zelaya, en calidad de inspección y me ordenaron salir con cincuenta hombres a encon:l:rarlo y explorar el cami– no para su pasada.
En esfa operación ocurrió una contingencia: yendo nosotros por un camino para salir a un llane– fe, nos hicieron fuego del extremo contrario, inme-
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dia:l:amen:l:e con:l:es:l:amos con descargas más activas y marchando siempre sobre los ofensores, quienes al ver nuestra aciliud se declararon en fuga y corrimos :l:ras ellos. En mi carrera oí una voz que salía de en:l:re los árboles, que decía: "Emiliano, Emiliano" a este requerimien:l:o me deiuve y descubrí a un se: ñor de saco y chaleco, con un sombrero de esos que llaman "bombin". Era el Dodor Desiderio Manza_ nares, Subsecreiario de Fomen:l:o, quien me dijo: "Sa– mos los mismos, el Gral. Zelaya nos mandó de avanzadilla". Le expliqué a mis fuerzas lo ocurri_ do, les dí ánimo con lo que quedaron comple:l:amen_ te :l:ranquilos, seguros todos de que por ese lado no habia peligro. Por supuesto, desde ese momen:l:o mi preocupación fue muy grande por lo que podría pensar Zelaya de mi actifud, dado mi carácter de adversario político, y por ello me de±uve has:l:a que llegó el Gral. Nicasio Vásquez, a quien le manües_ fé mi preocupación, dándole seguridades que de mi
parle no hubo mala intención. Vásquez le dió fe a mis palabras y quedó plenamente satisfecho. El Gral. Zelaya llegó con varios personajes de Mana_ gua y con el Gral. Terencio Sierra, militar hondure– ño de gran valía y que más farde fuera Presidente de su Patria. Llegado yo nuevamente a "Califor– nia" ordené a mis soldados ocupar los puestos que tenían antes de la inspección y yo :l:ambién ocupé el mío.
Cuando le sirvieron el almuerzo al Gral. Zelaya y su corniliva, mandó a invitar a algunos de los mi–
litares de las fuerzas del Gral. Nicasio Vásquez, y a mí, es:l:e Gral. en persona me invitó, pero yo me excusé porque la línea de defensa que :l:enía a mi
cargo era grande y :l:emía ser sorprendido en cual– quier momento y no asisií al banquete.
En las primeras horas de la noche volvió el
Gral. Vásquez e insisiió en invitarme, de parle del Gral. Zelaya, me dijo, para que asistiera a la comida que le daban esa noche y en:l:onces me pareció me– jor ser franco con Vásquez para evitar que el Gral. Zelaya sufriera una equivocación respecio de mi
conducta, diciéndole a Vásquez: "Agradezco al Gral. Zelaya su generosa invitación, pero no quiero que mi presencia lo haga pensar que yo desis:l:o de mi oposición franca y firme a su Gobierno. Hágame favor de decírselo así".
Pasó la noche con tiros esporádicos de una y otra parle, pero al amanecer observarnos que los ti– ros del lado de Momotombo eran desperdigados y fuí ordenado para levaniar el campo y marchar so– bre Momoiombo, para donde salí y corno a media legua de andar me encon:l:ré con ires o cua:l:ro hom– bres y me informaron que las fuerzas enemigas que esiaban en Momoiombo habían abandonado la Pla– za y salido con dirección a La Paz Centro. Deiuve a esios hombres y envié un correo al Gral. Vásquez, informándole de lo ocurrido. Poco después llegó el Gral. Vásquez acompañado del Gral. Zelaya, del Gral. Terencio Sierra y de algunos o:l:ros militares de alta jerarquía. El Gral. Zelaya personalmenie inierrogó a los hombres detenidos por mí, confirmándole ésios la desocupación de las fuerzas del Gral. Chavarría, después de lo cual me dijo el Gral. Zelaya: "Confi– núe su marcha a Momoiombo, llevándose a los hom– bres y si es meniira lo que ellos han dicho, fusile– los". Con gran sa:l:isfacción de mi parle encontra– mos que efectivamenie la Plaza había sido abando– nada por el enemigo, corno a las cinco de la maña– na lo que nuevamente mandé avisar al Gral Vás– quez y ésie a su vez al Gral. Zelaya, llegando ense– guida todo el grueso del ejército. Inspeccionando esiábamos las formidables trincheras que en ese puerlo habían hecho los Generales Godoy y Chava– rría, cuando llegaron a avisar que el Gral Paiz es:l:a– ba aiacando La Paz Centro y le esiaban ofreciendo mucha resis:l:encia, por lo que pedía auxilio. En:l:on– ces el Gral. Zelaya, dirigiéndose a mí, me dijo, "Quie– re Ud. ir a auxiliar al GraL?" y con mi confesiación de que lo haría con mucho agrado, me agregó: "Esa mula en que Ud. anda se la voy a cambiar por el caballo que anda mi cuñado Luis Cousin". El ca– ballo que me ofrecía era muy hennoso. color tor-
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