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« Previous Page Table of Contents Next Page »don Rafael Núñez Va a saludarlo Lo recibe can gr avedad afable y en corta conversación le resuelve su futuro económico El prominente hombre le ofrece el Consulado de Colombia en Buenos Aires Ya no es presidente, pero como si lo fuere Pediró tal nombro– miento nada menos que a don Miguel Antonio Caro,
también gran poeta, entonces Presidente de eso rora
república que en vez de desteorar a sus poetas les da el celo o del Poder
Con tal respaldo de tales hombres y de tal tierra, va Rubén feliz hacia Nicarogua, a cob,ar seis meses de pegas rezagados, a llamar a su esposa y a su hijo, y a regresar a la gran urbe argentina, en donde sueña asentar su gloria y su progenie
Llega de nuevo a su León natal, y desde ahl ges– tiona sus pagos atrasados No quiere volver a Mana–
gua, "por más de un motivall Pero pasan los días y
los pagos no llegan Lo que llega en cambio a des– trozar su vida, sus ensueños de hombre y de poeta, es la funesta noticia de la muerte de Rafaelita Delicada de salud desde el alumbramiento del hijo, hubo nece– sidad de operarla, y no pudo sobrevivir
Recibe unos renglones de ella, en los que le ruega dejar al niño Rubén en manos de su madre, en caso de fallecer Par otra pOI te su concuñada, el banque– ro, le escribe que él se hace cargo de la educación del infante, y que su mujer será una madre para él Y así, fue
Rubén, desolado, se dio de lleno a las bebidas alcohólicas, hasta perdel el conocimiento Habla amada mucho a aquella f,ágil, delicada mujer, había encontrado en ella, la dulce Stella, moral guía celeste Habían sido muy breves los días de su felícidad con– yugal, y la muerte llegaba, cruel, cuando el poeta podía ofrece ríe, para ella y para el hijo, el sueño aún no 10–
glado de la seguridad doméstíca
Más tarde, en bello poema, pleguntaría al liría qLié ha sido de su Stella
Lirio, divino lirio de los Anunciaciones,
lirio, florido príncipe,
hermano perfumado de las estrellas castas,
¡aya de los abriles
¿/-las vísto acaso el vuelo del alma de mi Stella, la hermano de Ligeia, por quien mi canto a
veces es tan triste?
Y después, inmediatamente, después de lo muer– te de Slella le cae un golpe peor, golpe fotal Vase a Manugua, siempre en busca de los malditos pagos atrasados Se demora varios días, y durante ellos, la
l/garza morena", aquella de quien dijo "nuestro amor, siempr e, siempre nuestras bodas jamás. ."
le tiende cita amOlosa y lazo familiar Le obliga a casarse en acto dolol aso de violencia y engaño. Fu– nesta decisión que como negra nube ha de proyectarse durante toda su existencia
El poeta recién casado -en realidad viuda incon– solable- pOI te con la nueva esposa, pero en Panamá le convence de regresar para no juntarse más con ella Alli el generoso y culto gobierno colombiano le da el nombramiento pi ometido, y una fuerte cantidad en dólares como pagos adelantados.
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Se embarca hacia Nueva York y Europa para desde alli, tomar rumbo a Buenos Aires. ' Los días del cobro de los pesos nicaragüenses retrasadas le habían traido la desgracia, ¡y sin necesi_ dad! Ahora iba solo, amargado de violencia y enga_ ño, sin su Stella y sin su hijo, y con los bolsillos repletas de dólares tOl días
Al llegar a Nueva York, recordando a Edgard Poe, aquel poeta maldito a quien se le morian sus
amadas, ptorrumpirío, en proso poética, un canto a su
Stella, todavía esposa de su corazón
"Por qué vino tu imagen a mi memoria, Stella
Alma, dulce reina mía, ton presto ida para siem~
pre, el día en que, después de recorrer el hírviente Bloadway, me puse a leer los versos de Poe, cuyo nombre de Edgar, armonioso y legendario, encierra tan vaga y triste poesía, y he vista desfilar la procesión de sus castas enamoradas a través del polvo de plata de un místico ensueño? Es porque tú eres hermana de las liliales virgenes cantadas en brumosa lengua in– glesa par el soñador infeliz, príncipe de los poetas malditos Tú como ellas el es llama del infinito amor Frente al balcón, vestido de rOsas blancas, par donde en el pOi aiso asoma tu faz de generosos y profundos ojos, pasan tus hermanas y te saludan Con una spn– risa, en la maravilla de tu virtud, i oh mi ángel conso-lador!, ioh mi esposa' Leonora Ulalume .. Annabel Lee Ligeia Ellas son, cándido Coro de ideales oceánidas, quienes consuelan y enjugan la {rente al lírico Prometeo amOlrado a la montaña Yankee Así tú para m í. En medio de los mar. tirios de la vida me reírescas y alientas con el aire de tus alas, porque si partiste en tu forma humana al
viaje sin retorno, siento la venida de tu ser inmortal,
cudnda las fuerzas me faltan o cuando el dolor tiende hacia mi el negro OICO Entonces, Alma, Stella, oigo sonar cerca de mi' el oro invisible de tu escudo arcan.
gélico!/I
Para huir de "los grandes dolares y cuidados pequeñas" esta vez iba bien plOtegido un gran con– sulado, y "unos cuantos largos y prometedores rollos de brillantes y áureas águilas americanas de veinte
dólares" Así llegó por primera vez al París de sus ensueños de niño y adolescente Anduvo --guiada por Gómez Carrilla- entre bohemios, poetas y artis– tas Ahogando su pena en fáciles y mercenaríos amo– res Leyendo ávidamente toda la nueva literatura de Francia, y todo la que se traducía del mundo en París Trabó amistad, muy ligera, con algunos grandes escri– tores franceses Amistad ligera "He sido poco afi·
cionado -dice- a tratarme con esos chéres maitres
franceses, pues algunos que he entrevistado me han pOI ecido insoportables de pose y terribles de ignoran– cia de todo lo extranjero, principalmente en lo refe– rente a intelectualidad"
Pero el vagabundeo, el fácil amor, fue, on mer–
mando las áur eas águilas, y esta merma alarmante le hizo lIcordarse de su consulado Partió a Buenos Aires
Como en Madrid, fue acogido am pOI ancianos y jóvenes En la redacción de La Nación, El Tiempo; en cafés, en tertulias, van naciendo prosas y versos. Publica Los Raros, y publica Prosas Profanas. Estos
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