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« Previous Page Table of Contents Next Page »La victoria en los comiCIOS fue decisiva Lincoln obtuvo 2 213 665 votos populares con– tra 1 802237 para McClellan Los votos de los soldados, que se computaron aparte, favore– cieron al Presidente por 116 000 votos contra los 33 749 de McClellan
Le felicito a usted por la elección -escribió Rolph Woldo Emerson a un amigo- Raras veces en la historia se ha arriesgado tanto en una votación popular. Me parece que jamós en toda la historia
Cuando una multitud entusiasta acudió a dar una serenata a Lincoln, éste dijo pensati– vamente. Ha sido siempre una grave cuestión la de saber si un gobierno no demasiado fuerte para suprimir las libertades de su pueblo puede ser lo bastante fuerte para conservar su existen– cia en los graves peligros A este respecto, la presente rebelión ha sometido a nuestra repú– blica a una severa prueba, y una elección presidencial desarrollada de manera regular durante la rebelión na ha contribuido a aliviar la tensión
Si cuando el pueblo leal estaba unido la rebelión puso a prueba toda, su fuerza, ¿no se derrumbaría estando dividido y parcialmente paralizado por una lucha política interna? ,Pero la elección era una necesidad. No podemos tener gobierno libre sin elecciones, y si la rebelión hubiera podido obligarnos a renunciar a una elección nacional o a aplazarla, podría justamente, gloriarse de habernos vencido y arruinado '
y el Presidente repitió sus juicios. La elección, juntamente con su lucha incidental e in– deseable, ha proporcionado también beneficios Ha demostrado que un gobierno del pueblo puede afrontar una elección nacional en medio de una gran guerra civil Hasta ahora el mundo no sabía que existiera esa posibilidad. Esto demuestra también lo sanos y fuertes que somos.
Confiaba en el futuro Confiaba en que la nación se uniría de nuevo Su fe resplan– decía brillantemente.
LA JORNADA DEL PRESIDENTE
Se levantaba temprano. A las ocho había despachado su desayuno, compuesto por una taza de café, un huevo y una tostada Luego leía el correo Su Secretario, John Hay, recor– daba Escribía muy pocas cartas No leía ni una entre cincuenta de las que recibía. Escribía de su puño y letra quizá media docena por semana, no más. Su jornada oficial empezaba a las diez, pero las antesalas y vestíbulos estaban llenos mucho antes de esa hora. Al principio con– cedía al,ldiencia casi a cualquier hora del día, mas cuando el número de visitantes aumentó, el horario de visitas se limitó de diez a tres y más adelante de diez a una. Pera Lincoln no era hombre para observar tales reglas, no era metódica ni experto en la manera de llevar los nego– cios Recordaba también su Secretario' En cuanto se establecía un reglamento para las audien– cias, lo rompía inmediatamente. Desaprobaba cualquier medida para alejar de él a la gente, aunque le amargaban la vida con quejas y peticiones irrazonables
Los miembros del Gobierno tenían preferencia y después de éstos los senadores y diputa– dos, que la mayoría de las veces iban acompañados por sus representados Los martes y los viernes aquellos baños de opinión pública se cortaban tajantemente en esos días había consejo de ministros.
Al medio día solía abrirse paso a través de la multitud hacia sus habitaciones particu– lares, donde almorzaba ligeramente galletas, fruta y un vaso de leche Luego, de vuelta al trabajo.
A las cuatro salía con Mary a dar un paseo, deteniéndose a veces en un Hospital donde charlaba con los heridos. Cenaba entre cinco y seis. Comía parcamente y se preocupaba poco de la manera como estaban cocinados los alimentos. No bebía licores fuertes, pero de vez en cuando tomaba un vaso de vino o de cerveza Nunca fumó
Una vez por semana -excepto en verano, cuando la familia Lincoln se instalaba en el Soldier' Home fuera de la ciudad- se celebraba en la Casa Blanca una recepción nocturna o besamanos, al que asistían centenares de invitados En las demás noches se le podía encontrar trabajando en su despacho Antes de irse a la cama --generalmente entre las diez y las once de la noche-, se acercaba andando hasta el Departamento de Guerra para leer los telegramas del frente. Pero si se había librada alguna batalla importante permanecía en la oficina de te– légrafos hasta las primeras horas de la mañana.
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