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asamblea le ovacion6 puesta en pie Nadie había causado antes que él tanta impresi6n en su primera presentaci6n ante un auditorio de Nueva York -escribi6 el periodista Noah Brooks– Es el hombre mós grande que ha habido desde San Pablo

En Hartford dijo "Poco mós de una sexta parte de la pablaci6n de los Estados Unidos son esclavos, considerados como cosos y nodo mós que como cosas El volar en metólico de esos esclavos, haciendo un cólculo moderada, es de dos mil millones de d61ares Es natural que esa ingente suma ejerza gran influencia en el sentir de sus propietarios Esta misma cantidad ejer–

cería la misma influencia sobre nosotros si estuviera invertida en el Norte" En New Hoven se

apartó de este tema para dedicar algunas palabras acerca de la huelga de los zapateros de Mas– sachusetts Puso en ridículo la pretensi6n de Douglas de hallar la causa de la huelga en esta desgraciada contienda regionalista, y declaró

"Celebro comprobar que en Nueva Inglaterra prevalece un sistema laboral bajo el que los trabajadores pueden declararse en huelga cuando quieren, no se ven obligados a trabajar bajo cualquier circunstancia y no estón obligados y encadenados al trabajo" se les pague o no Me gusta un sistema que permite a un hombre dejar el trabajo cuando quiere y desearía que este sistema prevaleciese en todas partes" Una ovación le interrumpi6 El auditorio estaba encan– tado con lo que decía aquel abogado flaco y de aspecto un tanto raro que había venido del Oeste Medio "Una de las razones por las que me opongo a la esclavitud es precisamente ésta ¿cuól es la verdadera condici6n del trabajador? Entiendo que lo mejor para todos es permitir que cada hombre sea libre de adquirir propiedad tan rápidamente como pueda Algunos se harón ricas. Yo no creo en una ley que impida a un hombre hacerse rico, esa ley haría mucho mós daño que beneficio Así', lo mismo que no propugnamos ninguna guerra contra el capital, que– remos conceder al mós humilde de todos los hombres una oportunidad de hacerse rico igual a la de cualquier otro hombre Cuando una persona empieza siendo pobre, coma empiezan la mayoría de los hombres la carrera de la vida, y estó en una sociedod libre, sabe que puede me. jorar de condici6n, sobe que no existe una condici6n obligatorio de trabajo para toda su vida"

Tenía todas las condiciones de un candidato ideal Estaba contra la esclavitud, aunque

no ero ni radical ni abolicionista Su nombre era conocido, pero no excesivamente conocido,

aunque era político desde mucho tiempo atrás, no habia participado en la política nacional lo bastante para crearse demasiados enemigos Y, como hijo de IIlinois, tendría los votos de un Es· todo de dudosa republicanismo que eran necesarios para la victoría

En /!l Convenci6n Republicana del Estado <;le IlIínois, el vieja John Hanks, que conocía a Linca!11 desge su niñez, atraves6 el pasillo de la sala llevando d(!)s postes de valla que, según aseguraba, Lincoln y él habían cortado juntos Los delegados prorrumpieran en ovaciones y Lin– coln pronunci6 un discursito Dijo que no estaba seguro de que él hubiera hecho aquellos postes treinta aBas antes, pero que, en todo caso, los había hecho mejores Después de tan impresio" nante escena, la Convenci6n decidió que Abraham Lincoln es el elegido por el partido republicano de lllinais como candidato a la Presidencia, y los delegados de este Estado tienen instrucciones para emplear tod6s los medios honrados con el fin de conseguir su nombramiento par la Conven– ci6n de Chicago y votar en bloque a su favor.

LA CONVENCION REPUBLICANA

Los ojos del país se dirigieron hacia Chicago, la gran ciudad de 110 000 habitantes don· de los republicanos se reunían para elegir sus candiadtos

Lincaln se quedó en Springfield los candidatos no debían asistír a una Convenci6n Pera sus representantes estaban allí en pleno

Su estrategia era clara El hombre al que era preciso derrotar era William H Seward, jefe reconocido del partido y el contendiente mós calificado en aquella elecci6n

Los representantes de Lincoln señalaban que, para ganar la elección, los republicanos necesitaban los votos de Pennsylvania, Indiana, IlIinois y Nueva Jersey, así pues, deberían nom– brar un candidata que pudiera arrastrar a aquellos dudosos Estados Al principio, Lincoln s610 dispuso de los votos de IIlinois, pero sus representantes operaron sobre otras delegaciones ofrecien– do cambalaches, haciendo promesas, vendiendo influencias a cambio de votos. Cuando Lincoln se enteró de esto en Springfield envi6 el siguiente telegrama "No autorizo poctos y no me con·

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