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« Previous Page Table of Contents Next Page ». ., . SSSSShhhhh!! decía Cir¡lc:r, mientras dobla~a fa cabeza para escuchar algún ruido, y luego sin
ólorma~ ya daro de 10 que habia visto u oído, tiraba de revés la cutacha sobl e uno rcima al medio de su poso, y Se oía el "clínc" sonoro del acelO, cortando de tajo y sin esfuerzo el obstáculo
Orilo decía que había que caminar "escotero", es decir rápida y silenciosamente, y junto con él se juntaban· a veces don Adán (otro campesino) y varios más, sentados en cuclillas bajo la sombla de un árbol a esperar que nosotros adelantáramos el paso
Era alto, de perfil aguileño y seco, blanco, brazos largos y llenos de nervio, calzado con caites, sombrero de palma, y cutacha gastada
* * *
Nosotros pasarnos por muchos ranchos corno el dE! mi Compodre 01 ilo, unas veces de madru– gado mordidos los tímpanos de los oídos por el kldddo de los perros y viendo openos en \0 somura las pe– queñas 'habitaciones Otras veces lIegóbamos al oscurecer, descansábamos unas hOI as y seguíamos lue– go caminando
También en varias ocasiones nos aposentarnos donde ellos de día, mientras los aviones pasa– ban buscándonos afanosamente, casi sobre la paja de sus techos
Cuando esto ocurría las mujeres seguían simplemente moliendo su maíz, ¡ranquilas, selenas, y
los hombres miraban de reojo por la puerta hacia arriba y escupían al suelo impasiblemente, tranquila– mente
Siempre les complamos su comida y nunca querían aceptar pogo por ella Siempre les dimos algo, y ellos también siempre nos quisieron dar a Iguna cosa, fueron como buenos hel monos, hermanos cam– pesinos que h(;1I1 'esperado siglos que alguien se acuerde de ellos, de sus hijos enfermos a quienes <.llraba nuestro médico, de sus hijos sin bautizor a quien,es bautizaba nuestro capellán, de sus haberes escosas que nadie les ayuda d aumentor ' ,.
, Pasamos por ranch~s que fueron luego ameltallados desde el aire, pOI milpas qLle fueron tala, das, y por ríos que estaban creciendo con el comienzo del invierno
Los jueces de Mesta corríon a "vendernos", pero Llnicamnte los jueces de Mesta, porqu~ los de– más campesinos eran como OTilo, como mi Compadl e 01 ilo
, aqul y allli
. 19
Septiembre
1959
"'Wi: Yt 'emu 7W T
ENGO. LIno C(lmo de hierro, un~ lato que sl15tituye o los sel vicios sanitarios, una C~jcl de ca~tón
en que guardo conservas, cafe, galletas, y libros, LinOS chinelas <.le madero (]ue mi mUjer diO
Q
I,lacer especialmente pala mi, y <.los o tres fotoglafías de los míos
La puerta de mi celda está pintada de un Cúlol Clemtl y vibm ron el viento Por 5LIS hendijas pasa un poco de aire helado (¡Lle recuerdcl al de las Sierras de Manuguo .
Me han quitado los lápices, pela conservo uno y lo tengo bien guardado en Lln agLljelo Me sirvo eJe él para escribir estas líneas trabajosamente Ilechas soblé Un libro
Mi "escritorio" ahora, es la historio de NicCllaguCl de Gámez, y sable ella garrapateo todos los días un rato De día o de noche, da lo mismo, porque aquí el tiempo 110 tiene medida
Ayer logré conseguir en el Consejo de GLlerru un nLllnero retrasclclo de LA PRENSA, Y lo he leí, do ínteglo Di<.e cosas inocuas, segUlamente porque el censor ha ejercitodo contra él un lápiz mucho más grande y pesado que el mio Se ven sus trazos en todas las pétgintlS, se adivinan en ella los huecos que va dejando la tachadura del celoso representante del Estado '
Un día en la montaña también encontramos un ejemplol de LA PRENSA Fue en la caso de un campesino chontaleño a lo cual llegamos de imploviso al ctier lel noche
Habíamos caminado mucho Habíamos posa<.lo varios ríos ya en creciente Recuerdo los contor– nos de los potleros dorados por el sol de la tarde, y las vellos serranías chontaleñas verdes y ondulcldas
La casa era toda de madera y parecícl deshabitada
No hicimos ruido Nos acercc.mos hasta Id pi opio puerto y golpeamos suclvemente, hasta que comenzó a ladrar un pertO y luego vimos por las hendijas lo mortecina luminosidod de lIn candil
El dLleño abrió la puerta, y le dijimos -Somos amigos
. El estaba descalzo y cubierto solo por una cotona blanca Ela un anGlano de rostro impenetra-ble que no Se inmutó Jo más mínimo CLKlI1do vio nuestros rostros medio i1uroinados por su candil
--Pasen pues -dijo-- ya sabía yo que andaban pOI aquí, y nos hizo entrar a una habitaci6n húmeda donde no había mas qLie dos bancas viejas y desvencijodas
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