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de sus familiares y amigos . El éxito de estas reuniones fue trascendien– do al círculo cada vez más amplio de sus amistades y la popularidad del Club Azotea se estableció de manera singular en la vida social de Nica– ragua.

El número de socios era m¡.¡y limitado y la admisión de nuevos candidatos muy rraducido, pero el nuevo centro adquirió creciente pres– tigio y la preferencia del distinguido sector de la sociedad. Los jóvenes ele– gantes lo hicieron prácticamente suyo y sus fiestas en el Azotea hicieron época. Los bailes de fin de 0110 atraían a la genLe prominente de todo el país. Soírées, recepciones, debuts, tenían. mayor distinción si se llevaban

a cabo en el Azotea. Desayunos y piñat~s de Primeras Comuniones eran las delicias del mundo infantil cuando éste subía por el ascensor para en– contrarse más ce/ca del cielo en un ambiente lleno de luz solar y aire fres–

co, y alegre. El Cuerpo Diplomático lo escogió como el lugar predilecto pa–

ra sus recepcioQes, banquetes, conciertos

La vida del Club había adquirido vitalidad activa. Todo parecía augurarle una larga y próspera vida. Sin embargo un lamentable incidente ocasionó el Acuerdo Ejecutivo que puso fin a su vida jurídica. El Club Azo–

tea dr;jó de existir.

Mas treinta días después -el 8 de octubre de 1941- fue firmada el Acta de Fundación del Club Terraza, que fiel a su tradición de cultura ha sido el centro de las distracciones cultas, que fomenta el intercambio social.

Las sucesivas Juntas Directivas han emulado noblemente en sus ge– nerosos empeños los de los fundadores, y el prestigio, la prosperidad y el mejoramiento del Club son pruebas fehacientes de ello. \

Las bellas Novias de que el Club puede justamente ufanarse desde su establecimiento, representan un verdadero ramillete de sin par distin– ción y belleza. Ellas son ahora en su mayoría dignas esposas y madres, orgullo de la sociedad a que pertenecen, verdaderas reinas del hogar, co–

mo lo fueron del círculo de sus amistades.

Este año, al celebrar el trigésimo aniversario de nuestra fundación, justo es consagrar unas palabras dr; agradecimiento y reconocimiento a aquellos señores caballeros que en buena hora aunaron sus esfuerzos pOla sembrar los cimientos de nuestrq organización. Ellos son: don Faustino Arellano, don Ramón Morales B., don Juan Dreyfus, y don Pablo Dambach.

Merecedores son también de nuestra gratitud las que desde los puestos directivos, de modo desinteresado y constante, nos han brindado

SlJS esfuerzos por la creciente bienandanza de nuestro prestigiado centro. Escogemos entre estos caballeros a aquellos que ya descansan en la paz del Señor, los señores doctor don Manuel Cordero Reyes, don Mariano Mo– rales Bolaños, don Rosendo Chamarra, don José Argüello Vargas, don Ho– racio Rappaccioli y doctor don Laureano Zelaya.